Tuesday, February 9, 2010

Sobre aviso...

(La Ruda Realidad, columna semanal de Ocio - Público, Milenio)

En la universidad destacó como el más tremendo. Basta con escucharlo para imaginarse las atrocidades de las que era capaz y el liderazgo que ejercía, sobre todo en especial sobre los más latosos. Pero su cara, por el contrario, es incluso algo dulce. En sí, R es bastante carismático. Inevitablemente me puse en el lugar de sus antiguos profes, imagino que fue uno de esos alumnos que no se sabe si son una bendición, por su energía que ayuda a disminuir el sopor de la apatía estudiantil, o si son el verdadero diablo.

En la reunión de egresados de su generación, a la que asistí en calidad de fantasma, R destacó por su ingenio y por un arsenal de chistes que tuvo desternillándonos de risa. En ese tipo de reuniones suele haber un momento, que por cierto es previo a los chistes, en donde todos se actualizan en cuanto a lo transcurrido en su vida y uno de los temas obligados es si hubo matrimonios (lo que ellos no saben es que, en unos años más, también hablarán de divorcios). De nuevo, la historia de R fue la más sui-generis. Desde que él era adolescente solía frecuentar una familia. Tal vez fue por la convivencia con ellos, que una de las niñas comenzó a enamorarse de él, desde una muy temprana edad, lo que era visto por los padres como algo muy simpático e incluso era fomentado con la debida y tradicional carrilla. R se apresuró a aclararnos que él nunca tuvo intenciones con la niña, pero cuando ésta llegó a los 15, lo sorprendió declarándosele y él se sorprendió con el enamoramiento que le vino. Solicitó a sus amigos permiso para andar con su hija y, como toda historia que inicia, vivieron un lindo romance hasta que…

Un día se reencontró con una amiga, que tenía un buen rato sin ver. Omito los dramáticos detalles de cómo adolescente le informó que tenía un hijo pequeño y R era el padre; hecho que él comprobó en cuanto vio la criatura y reconoció sus rasgos. Si ella no lo había buscado en su momento, era porque estaba consciente de que entre ellos sólo había existido amistad y por eso optó por tenerlo y criarlo sola. Sin embargo, si R lo deseaba, podría tomar su rol de padre y así fue. A quien no le dio nada de gusto, fue a su adolescente novia, por más que hizo el esfuerzo de entender la situación. Eso puede explicar por qué ella le salió al poco tiempo con la novedad de que mejor cambiaba de novio, alguien de su edad, lo que causó a R un profundo desconsuelo.

La convivencia de R con su hijo, evidentemente lo fue acercando con la madre de éste. Pero R fue muy honesto, le dijo que no estaba de humor para una relación, así que no podría ofrecerle más que su simple y ocasional compañía. Y ella estuvo de acuerdo. Pasado algún tiempo, R se encontró con su ex y sin más ella le pidió que se fugaran el fin de semana. Antes de aceptar R le advirtió de lo complejo del caso y que él no olvidaría que ella lo hubiera traicionado. El problema fue al regreso, los padres de ella ya no la admitieron de vuelta en la casa. No le quedó de otra a R, que alquilarle un lugar a la muchacha para que tuviera dónde vivir. En tales circunstancias, R no puede considerar que volvió con la chica, él sólo le ayuda con la renta. Tampoco perdió la amistad con la familia de ella, de hecho,  lo tratan bien porque saben que R es un buen hombre y la cuida.

¿Y la madre de su hijo? Todo sigue igual. R nunca engañó a nadie.

Publicado en el diario el 29 de enero de 201