“Con motivo del próximo 8 de marzo [me dijo un alumno] estamos organizando una conferencia, y pensamos que tal vez usted pudiera dar una palabras”. Al más puro estilo de Fox, estuve a punto de preguntar: ¡¿y yo por qué?! Contuve mis ansias pero lo que sí no pude evitar fue que se me escapara un “no soy la persona indicada, no soy feminista, de hecho, creo que soy machista”. Ante la cara de extrañeza del chico, y para no dar tantas explicaciones sólo se me ocurrió recomendarle a una amiga a quien admiro mucho, pensando en que si alguien tendría qué representarnos en el día de la mujer era justamente ella.
Ahora que hay un poco más de calma, puedo explayarme. No es que defienda el machismo, simplemente que no estoy muy segura de recomendar a las mujeres el “sublevarse”, o bueno, no a todas. Lo digo con conocimiento de causa, por haber vivido unos años de un matrimonio semi-tradicional, y ahora otros tantos de re-soltería. Lo digo también pensando en algunas mujeres que conozco directa o indirectamente.
Las que conozco son mujeres con más de 20 años de estudio, es decir, sobresalientes, mujeres valiosas, que tienen al menos un trabajo que les demanda su creatividad, buena presencia y enfrentar un buen número de conflictos. Nótese el “al menos un trabajo”, será la realidad económica nacional, pero un salario no alcanza y por buscar la papa trabajamos demasiado. Las casadas y con hijos tienen una jornada adicional en casa, por más liberal o aparentemente liberal del marido, y enfrentan fenómenos familiares que antes no existían como aquella situación “socialmente trágica” de competir en términos profesionales/salariales o que ellos no encuentren trabajo. Las que no se casaron o nos divorciamos, trabajamos igual y vivimos también con algunos estigmas e inconvenientes (como lidiar con mecánicos y garrafones de agua de más de 20 kg.), además de la sensación aquella de vivir solas en una sociedad difícil.
Hay otras mujeres, las que salen con mis amigos. Conforme van pasando los días ellos se sienten presionados, ya no digamos por el rol tradicional de pagar todas las cuentas de las citas, sino porque ellas comienzan a narrar sus problemas económicos o sus ganas de cambiar de auto, con cierto tono que sugiere que ellos deberían ayudarlas con eso. Entonces sucede que o ellos se cansan de hacerse los desentendidos o ellas de insistir y de aceptar las invitaciones al cine. Supongo que entonces ellas continúan en su búsqueda hasta dar con el adecuado. También tengo amigos que después de una relación con una mujer a la par, en cuanto a estudios o nivel socioeconómico, prefieren luego a alguien mucho más controlable, con menos aspiraciones, que se quede en casa, los complazca y agradezca lo que ellos les proporcionan.
Entiendo a este tipo de mujeres. También a las que se hacen cirugías estéticas por conservar a sus hombres. Si no lo hacen, es posible que a la vuelta de la esquina sean reemplazadas por alguna más joven o con mayor composición de silicón. Y sí, es dura la vida afuera, sobre todo para quienes no tuvieron una preparación emocional para ser independientes.
En fin, por lo pronto me quedé tranquila de que invitaran a mi amiga a dar la conferencia. La admiro mucho porque es brillante en el trabajo, tiene 3 hijos, su marido y ella parecen tener una gran relación, cuida su arreglo y es femenina, pero sobre todo: no se le ve cansada.
Publicado en el diario el 5 de marzo de 2010