(Publicado en Ocio, suplemento de Público Milenio, 1o. de mayo de 2009)
Las instrucciones de las autoridades fueron claras: minimice la exposición con el resto de los humanos o las secuelas de su humanidad, sudores, saliva, ¡partículas! Evitar las aglomeraciones, suspender actividades, anteponer un cubrebocas entre uno y el mundo sin duda remite a reflexionar sobre la dimensión de lo íntimo.
Nuestras vidas cambiaron de por ahí del lunes conforme fue fluyendo la información, la confiable y oficial, pero también la otra información, los rumores y mitos, que como virus tienen un origen desconocido, se propagan fácilmente, mutan y pueden ser muy nocivos. ¿Alguien ha pensando en los pobre porcicultores? Tuvieron la mala suerte de que la gripa llevara el nombre de su producto y, por si las dudas, mucha gente no está comiendo carne de cerdo. Si el fin de semana se prevé sea raro, pensar que tampoco haya tortas ahogadas me parece algo insoportable, así que si tienen la oportunidad, corran la voz: los cerdos no son malos.
Las células de la sociedad, las familias, tienen sus mecanismos de protección. Las llamadas, mensajes de celular, mails, consejos y recomendaciones fluyen. Si alguno de sus parientes es médico su teléfono posiblemente esté ocupado atendiendo todo tipo de dudas y consultas de amigos y conocidos. Porque, claro está, en las dinámicas grupales, no falta aquel que de por sí vivía obsesionado con aquello de los microorganismos. En mi familia, permítanme compartirlo, parece haber dos bandos: los obsesivos y los bonachones. La campeona de los obsesivos lleva siempre en su bolsa alcohol en gel para darle una limpiadita a los cubiertos aun en el mejor de los restaurantes. Los bonachones solemos, por ejemplo, confundir el vaso propio por el del compañero o probar la comida de la cazuela con la cuchara que será servida. En estos días, los obsesivos nos narran las aventuras de cómo intentaron conseguir una vacuna, por arriba del cubrebocas, nos miran con superioridad queriendo decir “teníamos razón”. La respuesta de los bonachones es “coff, coff, esta maldita fiebre me está matando”, lo que no les hace tanta gracia, ni siquiera si estamos sentados en extremos opuestos de la mesa.
Pero las bromas, son inevitables, ¿qué le vamos a hacer? Somos mexicanos. Tenemos humor negro, tanto como actitudes poco fraternas como la reventa de cubrebocas o los asaltos de los enmascarados de cubrebocas . Tomar las cosas con calma y buen humor siempre es importante, noticias, tragedias, epidemias y crisis son parte del ciclo natural, pero lo íntimo es también identificar que en nuestro pequeño espacio podemos encontrar la manera de pasarla bien y reinventar nuestros ocios.
Si me aceptan una sugerencia para estos días, pensemos también en lo íntimo como la dimensión del micro. Los virus buscan su sobrevivencia y expansión en otros organismos, o sea, nosotros. En tanto, nosotros los humanos con aquella soberbia que caracteriza nuestra especie ignoramos por completo de qué se trata. Nuestra ignorancia nos hace aún más vulnerables. Es irónico que en el año de la Astronomía (a todo el mundo le interesan las estrellas) nuestro problema está en la otra escala, en el microcosmos. Así que, si el tedio, las discusiones familiares, o las estadísticas confusas ya lo hartaron, lávese las manos, quítese el cubrebocas, y déle gusto esa curiosidad científica que todos llevamos dentro.
Sunday, May 17, 2009
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