(Publicado en La Jornada Jalisco, 29 de octubre de 2006)
Justamente ese día había comido con un gran amigo y con alguien a quien tenía mucho tiempo queriendo conocer y que por diversas razones no habíamos podido concretar un encuentro. Es un periodista y me dio la impresión de que era de los buenos porque tiene dos importantísimas cualidades que esa profesión parece requerir: mirada serena, penetrante, y saber guardar silencio, el suficiente para hacer al interlocutor hablar. Ups, creo que fue por eso que tuve qué renunciar a mi sueño juvenil de dedicarme al periodismo, porque no tengo ni una ni otra. Ya me imagino a mi misma, hubiera sido capaz de colarme hasta el punto exacto de la noticia pero no me hubiera concentrado para obtener (¡o redactar!) una nota. En fin, ya me volví a dispersar, lo siento.
Decía que justo ese día, porque saliendo de ahí prendí la radio en el coche y estaban re-transmitiendo el discurso de Fox de la semana sobre la libertad de prensa, los medios de comunicación como factor de la democracia actual en México, bla, bla, bla. No estaba mal hecho el discurso (o sea, que a lo mejor sí tiene asesores, y a veces les hace caso), pero qué pena que sus palabras sólo sea una fachada, ¡una más! Automáticamente pensé en el juicio contra Proceso que la pareja presidencial ha ido ganando escalón por escalón en el sistema judicial mexicano. ¡Qué desfachatez! Recuerdo las palabras de los directivos de esa revista tan importante para el país: no se preocupen, indudablemente cada presidente ha tratado de callarnos…
Hace ya mucho tiempo, tal vez en el 2001, tuve la oportunidad de asistir a una mesa de discusión sobre los medios de comunicación en México, a la luz del nuevo escenario de la alternancia. Justamente un periodista de Proceso admitía que ellos tendrían el gran reto de redefinir su papel, porque si las condiciones de autoritarsimo y represión a la libertad de expresión desaparecían, entonces aquel papel combativo e incisivo que distinguía su línea editorial corría el peligro de convertirse en amarillismo… Ja-ja-já, (o más bien ¡¡¡SNIIFF!!!). ¡Cómo pudimos ser tan ilusos! ¿Cuál democracia? ¿Cuál extinción del autoritarismo? Ayer vi una manta en el centro (no el de Guadalajara, pero podría ser en cualquier plaza principal del país) decía: “Fox / nos fallaste / Taxistas unidos por la transparencia”.
Claro que no es sólo Fox, pero ahí seguía en la radio con su discurso de auto-aplauso. Peor aún, algunos empresarios de medios respondiéndole en la misma tónica, en un evento seguramente lujosísimo. ¿A qué medios de comunicación se refiere? ¿A los que recibieron las bondades de la legislación a favor? ¿A los que ahora tienen grandes consorcios y se hace mega-millonarios a costa de lucrar con las masas en bancos-azteca y elektras (bien dice el refrán, si quieres hacerte rico véndele a los pobres).
Definitivamente no podría escuchar los argumentos con los que se defenderían estos poderosos medios de comunicación porque yo no me muevo en ese ambiente multimillonario. Yo sólo conozco a otro tipo de periodistas, a unos a los que por cierto admiro muchísimo. Por ejemplo, a D quien era fotógrafo en un periódico acapulqueño (no el Sol de Acapulco, por supuesto, sino otro más modesto y más crítico), convencido por una amiga en común decidió averiguar si efectivamente su profesión podría ser un medio de sustento y excursionar en “la capital”. Efectivamente su talento lo llevó a trabajar un tiempo en la revista CuartOscuro y luego mágicamente consiguió la oportunidad que siempre soñó: ser fotógrafo de Proceso. Durante tres meses nos perdimos de su presencia “No, es que estoy a prueba, no puedo ir” era su excusa para no acompañarnos a ninguna actividad de ocio, se refería a que tenía un contrato temporal después del cual evaluarían si podría quedarse en la revista; “¿no ven que me pueden llamar en cualquier momento?”, decía cámara en mano.
Bueno, en realidad aunque conozco pocas, fue la sala de redacción de ese periódico de Acapulco del que D salió la que más me ha gustado. Yo iba de visita, a saludar a mi amiga, así que mientras ella trabajaba yo nadaba en la playa, luego caminaba en La Costera para secarme y con toalla enredada llegaba al periódico para que me prestaran una compu y poder checar mi mail. En la noche me iba con ellos a tomar unas chelas. Ahí es donde escuché un montón de historias, como la vez que el camión que debía distribuir el tiraje se descompuso y ese día nomás no salió la edición, o cuando los reporteros de nota roja llevaron una cabeza humana y asustaron a mi amiga.
Me cayeron de maravilla esos cuates y por eso me afligí mucho cuando mi amiga me contó, poco tiempo después de mis vacaciones, que al periódico le habían retirado la publicidad del gobierno y que estaba en una crisis muy severa. El director habló con los reporteros y les planteó como opciones, en un intento por no quebrar, que podían despedir a la mitad o no despedir a ninguno pero escalonar el trabajo, es decir, que cada uno trabajara un mes sí y otro no. Ellos optaron por esto último… ¡Híjole pero además lo que ganan es una baba!
Tal vez por eso mi amiga me dijo amargamente “pues no, porque es la competencia” cuando le pregunté si le daría gusto que fueran ciertos los rumores de la aparición de otro medio informativo también de línea critica. Seguramente su opinión tajante no era por estar en contra de un mayor abanico de la prensa, sino porque pensó en sus amigos, los que se quedaron allá.
Saturday, December 1, 2007
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