Tuesday, February 13, 2007

Cristales y diversos

(Publicado en La Jornada Jalisco, 25 de junio de 2006)

Teníamos mucho tiempo sin vernos, estábamos cenando y como postre me acordé de que me gusta fastidiarlo preguntándole sobre su vida amorosa, porque solía guardar esa información como secreto de estado, actitud que yo tomaba como un acto de arrogancia propio de su edad. A diferencia de las anteriores, en esta ocasión no fue reservado y comenzó a contarme sus penas. “No te preocupes, ella te llamará pronto para hablar, verás que seguirán como si nada”, le dije para animarlo; entonces él finalmente me lo soltó: “no es ella, es él; soy gay”.

No me considero prejuiciosa, no en ese aspecto. No niego que me causó sorpresa porque no lo había notado en lo más absoluto; “por favor, pero si vengo mandándote indirectas desde hace años”, me dijo. En ese momento me cayó una auténtica preocupación, no por su preferencia o por el problema con su pareja actual (a final de cuentas es la misma cosa independientemente del género), sino por lo que implica ser homosexual en una sociedad tan retrógrada. Efectivamente, me comentó que en ocasiones se encontraba a compañeros de trabajo en algún lugar “de ambiente” y que ello redundaba en algunos cambios en los días siguientes, como bromas que parecían indirectas, otro tipo de saludo por parte de los colegas, etc. Me dolió una de sus anécdotas: al llegar a su espacio de trabajo, en el pintarrón habían dibujado mariposas.

Recordé el chiste aquel de que sí existe el hombre perfecto, pero lamentablemente es gay. Y sí, mi amigo es guapo, inteligente, trabajador, de buenos valores. Me dice que el ambiente gay es exigente, que por eso se cuidan tanto; recordé la frustrante hipótesis que me atormenta desde hace algunos años: existe una correlación positiva entre los kilos extra y el número de personas que me llaman “señora” en la calle.

Me apenan las dificultades y discriminaciones por las que atraviesan los homosexuales en México, pero en realidad no son los únicos.

Mi filiación: mujeres mayores de treinta solteras o divorciadas con un buen desarrollo profesional… ¿Es sólo un grupo estadístico o implica también una etiqueta? No intento ser paranoica, pero ciertamente hay muchas cosas que resultan bastante incómodas para mujeres como yo. La culpa la tiene la Biblia, sí, con aquello del arca de Noé, la vida parece estar diseñada para andar en parejas.

Pero no únicamente es la cuestión de la vida privada, ¿han oído hablar del techo de cristal? Se refiere a que las mujeres podemos avanzar en el terreno profesional sólo hasta cierto punto, hasta toparnos con es barrera invisible después de la cual el género masculino ocupa todos los lugares. Debo aclarar que no soy feminista, así que no quiero ni siquiera sugerir que los hombres tratan de dominarnos y humillarnos. A lo largo de mi vida no he sentido tal discriminación; bueno, sólo un par de veces me quedó esa sensación, pero en general, incluso he disfrutado de ciertas ventajas (particularmente cuando me sorprenden cometiendo una falta vial y me perdonan la multa).

Lo que sí es un hecho es que conforme se avanza a mejores posiciones laborales la proporción de mujeres es muchísimo menor; honestamente yo se lo atribuyo no a la voluntad maligna de los hombres sino a una carencia de aspiración a esas posiciones por parte de las mujeres (o tal vez ahí esté el meollo del asunto, en el conjunto de valores).

No tomo el tema de las mujeres en general, mencionaba a mi “grupo estadístico”, como minoría porque ése es el punto: sentirse el o la “rarito(a)”, por alguna característica física, por la forma de pensar, por el lugar de nacimiento, por una conducta diferente, etc. Por eso cuando este amigo vacilaba en invitarme a un antro gay fui yo quien lo animó, pensando en que ya estoy acostumbrada a ser minoría, así que podría reunirme con otras minorías. Así que fuimos, junto con otros amigos de ambos lados, a un famoso lugar en el centro, donde pasamos una gratísima noche bailando, por el hecho mismo de hacerlo (y además sin tener mis amigas y yo la expectativa del ligue).

Así que aprovecho este espacio para celebrar la realización de la marcha de la diversidad sexual de ayer en nuestra ciudad, porque la tolerancia no debe verse como un discurso, sino como ingrediente esencial de la convivencia social. A final de cuentas, lo diverso es lo humano.

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