(Publicado en La Jornada Jalisco, 2 de julio de 2006)
Tener eventos académicos/culturales internacionales en la ciudad es verdaderamente un acierto. Una de las muchas cosas que le agradezco a la universidad pública es el haber podido participar en muchos de ellos y de muchas formas. Hace dos FIL, en cuanto me comunicaron que sería su anfitriona bajé su currículum de Internet para saber un poco más de él: Nelson Caucoto, abogado chileno, defensor de derechos humanos, el principal querellante en cuanto a casos en contra de Pinochet, mismos que se presentaron ante el juez Castresana.
Siendo tan distinguido personaje estaba algo nerviosa por conocerlo, pero sobre todo preguntándome si habría la empatía suficiente para cumplir la misión de causar en él una buena impresión en nombre la institución y de los tapatíos en general. Llegaron él y su esposa, en poco tiempo mis temores se esfumaron y establecimos con ellos una magnífica amistad mi equipo y yo.
Un hombre de quien hay mucho qué aprender, no me refiero sólo a su sapiencia (¡qué vergüenza nos dio que tuviera tanto conocimiento de nuestro país y nosotros tan poco del suyo!). Nos impresionó de él esa gran convicción por el humanismo, la democracia, el compromiso social.
En una plática más casual me comentaron los Caucoto: “¿Sabes qué nos sorprende de México? Que los chilenos y los mexicanos somos iguales, en rasgos físicos, si yo camino acá parezco un mexicano más y si tú fueras a Santiago serías como cualquier chilena ¿ya?”. Algunos meses más tarde pude darles la razón cuando tuve la fortuna de asistir a un congreso (otro aplauso a los eventos académicos internacionales) justo en la capital chilena. Será que yo no he viajado mucho, pero la primera impresión de andar por allá es que se siente uno en casa, por los rasgos de la gente, por el español, por las semejanzas históricas que no dejan de plasmarse en la arquitectura, pero también por el carácter cálido y amigable de los chilenos.
Los Caucoto no perdieron momento para invitarme a mi y otro par de colegas tapatíos que también iban al congreso. Nelson nos dio un tour por el centro que de ninguna otra manera hubiéramos tenido, pues él lo impregnó de todo el recuerdo y trascendencia de los acontecimientos históricos del golpe de estado y la dictadura; también nos invitó a su programa en una estación de radio alternativa.
En una de las cenas se suscitó un debate interesante. Él nos preguntaba sobre el gobierno de Fox con algo de simpatía por nuestro primer mandatario, el amigo que me acompañaba reaccionó de inmediato causando una gran controversia (debo decir que mi colega es un apasionado anti-foxista, creo que fue de los primeros en comprar el libro del güirigüri que salió hace un par de años). Tal vez fue mi error por decir que, si el tiempo volviera al año 2000 y pudiera yo saber que la de Fox sería una pésima gestión gubernamental (lamento decirlo así, pero dudo que alguien pueda fundamentar sólidamente una postura contraria), pese a todo, yo sí volvería a votar por él porque era la forma de terminar con un régimen anti-democrático.
La discusión subió de tono y lo paradójico fue que Nelson, hombre de izquierda, defendiera la decisión de los mexicanos de subir al poder a la derecha: “Nosotros desde acá no tenemos información profunda de lo que sucede actualmente en México, pero no hay duda de que fue el inicio de la democracia, gracias a eso ahora es posible que en las próximas elecciones llegue López Obrador u otro”. Su argumento me pareció contundente, sobre todo viniendo de alguien que no sólo vivió y padeció la dictadura, sino que ahora continúa luchando por que se haga justicia de los horrores que ese régimen causó.
Traigo a colación toda esta historia porque normalmente creemos que sólo en los países desarrollados los ciudadanos encuentran un beneficio real en la democracia, que ellos realmente sí eligen a sus gobernantes y que pueden castigarlos a través del voto. Muchos mexicanos pueden estar pensando “¿para qué votar si… (y hacemos un recuento de los vicios políticos y de gestión gubernamental que padecemos)?”. Los teóricos llaman a este fenómeno “desilusión de la democracia”.
Pero Chile es un país hermano, incluso es más pobre que el nuestro, no hablo de la macroeconomía, sino de la vida cotidiana, ellos tienen menos “plata” y la ciudad está mucho más limpia, hay menos desigualdad, las campañas presidenciales (me tocó esa temporada) son mucho más mesuradas y una mejor cultura política en general se percibe en todos.
Pensar que los latinos sí podemos tener una sociedad así o mejor y que eso se logra a través del compromiso de todos es un por qué sí votar hoy. Así que si usted todavía está a tiempo y no lo ha hecho, por favor, vaya a las urnas.
Comparto la desazón de algunos sucesos de esta elección que definitivamente no son democráticos: confieso que me pasé toda la semana tratando de pensar en cómo argumentar a ustedes el por qué sí votar también en la elección local; después de superar la jaqueca de la guerra del lodo y la debilidad de nuestras instituciones electorales locales, llegué a la conclusión de que debemos votar justamente para eso, para manifestar desacuerdos, para hacernos presentes como electores (elegidores) inteligentes, para que sepan que estamos ahí.
Tuesday, February 13, 2007
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