Saturday, December 1, 2007

Pantone

(Publicado en La Jornada Jalisco, 19 de noviembre de 2006)

Tenía ese día dos eventos que requerían de cierta formalidad, así que llevaba un trajecito muy mono. El dueño al verme se acercó al mostrador para atenderme (supongo que no es común que lleguen clientas y mucho menos así vestidas). “¿En qué puedo servirle?”, definitivamente no me había reconocido… no es su culpa, haciendo cuentas habían pasado ya un par de años desde la última vez fui a ese negocio. Don S levantó la vista y al mirarme sonrió, él sí me reconoció. El dueño notó la familiaridad y dejó que don S me atendiera. “Quiero pintar una pared de unos 15 metros cuadrados de este moradito y otra de unos 12 de este otro color”, preferí señalarlos en el muestrario que llevaba (de la competencia, por cierto) omitiendo el detalle de que el segundo color, según mi hermano, era la última moda en decoración: “azul tiffany” me dijo en los 15 minutos en los que pude arrancarlo de sus muchas de ocupaciones de arquitecto para que fuera a recomendarme cómo pintar el nuevo lugar al que me mudaría. “¡¿No sabes cuál es color de Tiffany, la joyería?!” extrañadísimo de que yo no tuviera la menor idea.

Afortunadamente a don S no le importan los nombres de los colores, de hecho, no muestra nada de sorpresa de todos los que le he pedido desde que nos conocimos. Me ha preparado un “azul del color de la mezclilla que traigo puesta” un “casi blanco como el de este cachito dentro del círculo” de la imagen de una revista, un “anaranjado zanahoria fresca”, etc. No en vano le llamo “mi asesor en pintura”. Curiosamente él un día me bautizó como “la reina de los pintores (de brocha gorda, claro está)”, y vaya que ese día llevaba un atuendo propio para tal coronación: guaraches ya salpicados, pants, playera vieja, cabello recogido también manchado de blanco. Más que a mis atributos como pintora, sospecho que el título me lo gané sólo porque don S no tiene muchas clientas. Incluso, el de la tlapalería de al lado, una vez que fui a comprar unas piezas para cambiar la instalación del w.c., me preguntó si yo me dedicaba a eso, tal vez pensaba promocionarme como multichambas.

Ok, ok, ya sé qué están pensando, que no es muy normal que digamos, ni cambiarse de casa tantas veces, ni cambiarle los colores y menos pintar yo misma. Cuando decidí ser independiente y vivir sola comencé a rentar a costa de aguantar la perorata familiar de “rentar es tirar el dinero a la basura”, “podrías vivir aquí y ahorrar para comprarte una propiedad” “aunque sea algo pequeño, da el enganche y en vez de renta cubres el crédito” y así. Pero honestamente, o postergaba mis planes muchos años o buscaba un lindo lugar en alquiler y no me arrepiento de lo decidido. Cuando preparé el tema de pobreza para mi curso sobre el sector público y leí las mediciones de calidad de vida de Julio Boltvinik, supe que estaba dentro del 85% de la población “pobre” del país y que si las generaciones anteriores habían podido comprar casas medianas, yo con mis flamantes estudios de posgrado y dobles jornadas laborales con mucho esfuerzo podría aspirar a un departamentito de menos de 60 metros cuadrados en un condominio modesto. Por eso comencé a rentar y bueno pues no me ha tocado permanecer muchos años en una misma casa, así que mi única constante es llegar y llenar de colores (ah y también de móviles) ayudada por una escalera mediana metálica y las secciones amarillas que uso de aumentos para alcanzar el techo.

Así que cada cierto tiempo converso con don S, el igualador de pinturas, quien llama la atención por sus propios colores (una piel morena cobriza que contrasta con su cabello encanecido y sus ojos verde-grisáceos). Esta vez lo vi un poco más viejo y más acentuada su joroba, él mismo comenzó a hablar de ello: “Tengo achaques hasta en la credencial de elector. Cuando veo a las muchachas, trato de correr detrás de ellas y cuando las alcanzo ya ni me acuerdo para qué era”. Don S dice que ni con la edad se le quita lo mujeriego. Lleva en su haber 3 matrimonios, el primero le duró 4 el otro por el estilo y en el último ya lleva 21. En ese momento, el dueño salió de su oficina para darme mi factura pienso que un poco movido por la curiosidad acerca de qué tanto hablábamos. Aprovechó para decirle a don S que a la mezcla le faltaba un poco de tinta amarilla sin diluir y éste le echó una mirada de ni-que-no-supiera-yo-hacer-mi-trabajo.

Luego de que se fue el dueño, continuó narrándome que con su mujer (“con esta última” tuvo que aclarar) se la lleva muy bien, desde hace unos cinco años ya no se pelean. Pero lamentablemente “ya no quiere tener sexo conmigo, yo creo que ya la enfadé, yo le dije que sí la respeto pero que no me ande reclamando si le dicen que ando con otras. Ella es rara, casi no ríe, más que a veces cuando ve Los Comediantes, trabaja mucho y aún así me consiente. Dice que me compre un carro, pero para tener uno no tan carcacha necesitaría unos cuarenta mil pesos. Ya saqué cuentas y con eso alcanzaría a pagarme unas 60 mujeres, así que no me conviene. Y es que a mi edad, aunque lo guapo no se me quita, ya para andar con alguien tendría qué pagar”.

En la penúltima casa que pinté don S. me contó que había estado en la prepa, que andaba con los de la FEG, pero que un día hubo una trifulca estudiantil, se armaron los balazos y él golpeó brutalmente a otro chico, lo que le valió la expulsión y el fin de sus estudios. Me pregunté si realmente era tan galán o tan rudo como decía, miré sus manos cuando cerraba con el marro las latas que me vendió, de los dedos a sus muñecas era una paleta de mezclas que no dejaba ni un espacio el color de su piel…

La sorpresa de Patricia Galarza

(Publicado en La Jornada Jalisco, 12 de noviembre de 2006)

Cuando uno viaja por placer lo hace sin duda porque quiere conocer, descubrir algo nuevo, por la añoranza de la sorpresa. Sin embargo, cosa curiosa, nos la pasamos haciendo comparaciones… ¿así es el ser humano? ¿siempre buscamos un punto de referencia? Las ciudades también tienen sus constantes, pienso en algunos personajes urbanos, los taxistas, por ejemplo. Así conocí a Patricia Galarza.

Cuanto a uno le gusta viajar por placer, cualquier invitación a viajar por trabajo no puede ser rechazada, lo que puede resultar muy peligroso para los que tenemos tendencia de adicción al trabajo. Justamente cuando mi amigo me habló para invitarme a dar un curso en San Luis Potosí, dije al momento que sí pensando más bien en que nunca había ido para allá, sin preguntar a cuántas horas se encontraba de Guadalajara o reflexionar si ello complicaba mi agenda previa (como en efecto lo hizo). No sé si fue por estar pensando en lo que echaría en la maleta o en los tiempos libres que tendría para caminar y conocer la ciudad o de plano no me lo dijo, pero resulta que no hay autopista de San Juan de los Lagos a San Luis, no hay un vuelo GDL-SLP y el trayecto en autobús es de mínimo 5 horas. Tampoco recuerdo que me haya dicho que el curso era en Río Verde, a 2 horas de San Luis, o que iba a ir ¡tres fines de semana continuos!

Decía acerca de las similitudes de las ciudades. El agua, lamentablemente parece ser un problema generalizado. De lo que más me sorprendió de San Luis, además por supuesto de Patricia Galarza, fue la avenida Río Santiago, llamada así porque está construida sobre el cause de un río ya prácticamente seco. Me di a la tarea de preguntar al que se dejaba. “Se necesitaba una vialidad, el gobierno estuvo buscando y bueno pues ahí estaba el cause del río ya hecho, así que lo aprovecharon”. “Como no le pusieron un desagüe subterráneo, cuando llega a llover mucho el agua reconoce el camino y se inunda, así que cierran la avenida”. “Muchos se sacan de onda de que se acabe la avenida de buenas a primeras: aquí se da uno la vuelta y toma otro camino; los que no saben se han llegado a caer. Creo que ya está el proyecto para seguir pavimentando y que continúe la avenida”. Patricia Galarza simplemente dijo: “Sí ¿verdad? está curioso”.

Contrario a lo que suele sucederme cada que viajo fue hasta el último día de mis estancias allá cuando di con un lugar algo escondido y modesto (sólo para conocedores) de comida típica y deliciosa, en este caso de la región huasteca. A las 14:30 hrs. del sábado finalmente terminé el curso, fui al hotel por mis cosas y a registrar la salida y me enfrenté con un dilema: comer tranquilamente en el Burger King que me quedaba enfrente o caminar arrastrando mi pesada maleta, con chamarra, bolsa y portafolios en mano, varias cuadras hacia mi hallazgo pedir algo para llevar y apresurarme para ver si alcanzaba la corrida de las 16:30 (mi plan era degustarlo una vez instalada en los supuestamente cómodos asientos del autobuses con mis audífonos puestos). Obvio, fue lo segundo, creo que la complicación me atrae.

Después de esperar ansiosamente a que prepararan y empaquetaran un suculento zacahuil (una porción de un tamal gigantesco) con una cecina huasteca, pasé a un Oxxo por una cerveza de lata que pasaría al autobús de contrabando. Las “varias cuadras” me parecieron aún más largas pues el número de bultos había aumentado. Al llegar a la avenida respiré y esperé pacientemente un taxi. El vehículo se detuvo y me llamó la atención que no se bajara a subir mi equipaje en la cajuela, así que me las arreglé como pude para poner todo en el asiento trasero. Al subirme encontré una posible explicación de por qué no me había ayudado, se trataba de una conductora. No es que discrimine a mi género, pero admitámoslo que es algo peculiar. Patricia Galarza, decía su licencia y en su foto lucía con ropa modesta pero con esmero en su arreglo.

“¿Vas a darle una vuelta a la familia?”, me preguntó creyendo seguramente que era de Río Verde o algo así y vivía en San Luis por razones de trabajo. Le conté brevemente que había asistido a un curso. “¡Pero no eres chilanga, ¿verdad?! [mentí, me declaré tapatía; es que toda una vida aquí me hacen sentirlo]. Porque son los chilangos los que han venido a quitarnos la tranquilidad, hace poco salió en las noticias uno que asesinó al dueño de una tiendita por aquí, por el centro”. Por cambiar el tema le dije que me había gustado mucho la ciudad, que había caminado todo el centro. “¡¡¡Qué raro se me hace que una mujer ande sola por ahí caminando, de turista!!!”.

Me hizo gracia pensar en que ambas nos veíamos con extrañeza. Me contó en los 16 minutos del trayecto a la central algo de su historia. Su esposo había muerto hacía un año (imaginé que tal vez él era el taxista y tras su muerte ella se hizo cargo del negocio, así que volteé a ver discretamente su licencia; no, no era eso, había sido expedida hacía 4 años). Tenía tres hijos, el más pequeño a diferencia de los otros dos estaba reprobando en la escuela, no sabía si era por la tristeza de perder al papá. La mayor es ingeniera bióloga pero ahora está haciendo un posgrado en Francia. “De intercambio” dije sin pensarlo mucho. “No, le dieron beca porque es muy inteligente”. “¿En París?”. “No, en Toulouse, pero ya conoció París porque está aprovechando para viajar y conocer”. La imaginé con una mochila grande en los hombros (una baguette y una botellita de tinto adentro de ella), conociendo Europa, caminando.

Hijo de maestro, revoltosito

(Publicado en La Jornada Jalisco, 5 de noviembre de 2006)

Conocí a I casi cuando entró a la licenciatura porque iba al inglés junto con uno de mis becarios. Supimos que era de Oaxaca, de Matías Romero. Otro alumno de la misma carrera, A, también venía de ahí mismo, así que ellos dos no tardaron en conocerse y en coordinarse para irse juntos a su terruño durante las vacaciones.

De hecho, entonces convivíamos más con A y cada que estaba por acabar el ciclo escolar o se aproximaba la semana santa nos invitaba a ir a su casa, a conocer su bello estado (o bien, para pasar a Chiapas, que en realidad está más cerca que la capital). A seguido era objeto de nuestra carrilla: que venía de una familia poderosísima en Matías Romero, que era tan muy fashion que incluso él iba marcando la moda, etc. Bromeábamos acerca de que si íbamos a visitarlo, nos estarían esperando en la terminal de autobuses muchos indígenas que venían de parte del “niño A” para atender a sus huéspedes, y otras cosas por el estilo.

I mismo alimentó nuestras hipótesis sobre la posición privilegiada de A. Nos comentó que antes de conocerlo él si sabía quién era A, o más bien su familia. Pero que al revés no, porque la familia de I es de un estrato menos elevado: él es hijo de un maestro, de hecho, de un director de escuela pública.

Por cierto, ¿cuándo ser hijo de profesor del sistema educativo público dejó de tener privilegios sociales? Mi abuelo paterno era maestro. Tiempos diferentes, por supuesto. Imaginen, nació en 1890, en su momento se unió a la Revolución, con los zapatistas (los originales). Cuando todo terminó se retiró del servicio militar activo y conoció a mi abuela en un pueblo perdido en una barranca de Guerrero, siendo el maestro del pueblo. Para ella casarse con él implicó perder su posición social (¡y económica!) sin embargo, el maestro y el sacerdote eran ahí los más respetados, después de los caciques, of course. Eran los años 30 y 40. Fue hasta mediados de las 50 cuando mi padre salió de ahí para ir a Taxco a hacer la preparatoria (¡casi a 20 años!).

A finales de siglo XX, el país vivía un panorama muy distinto: los niveles de analfabetismo habían descendido dramáticamente, hacer la secundaria, la prepa y la licenciatura era accesible para grandes sectores (sobre todo la clase media y alta). La discusión apuntaba más bien a criticar la educación masificada. Recuerdo la primera vez que escuché el término “gigantismo” como parte del diagnóstico de la problemática de las universidades públicas latinoamericanas. Entonces ser hijo de maestro también tenía ciertos privilegios pero limitados al ámbito educativo; por ejemplo, salir en listas, estar en el turno matutino o en la escuela más próxima a la casa, o tener la simpatía del resto de los profesores. Los hijos de maestros solían ingresar tarde que temprano a la Normal y luego obtener una plaza en el sistema, aún cuando tuvieran otra carrera.

¡Qué extraño! I tiene más coincidencias con la primera historia: hasta donde sabemos, no forma de alguna familia caciquil, y también migra a Guadalajara para hacer su carrera. De hecho, estuvimos acongojados porque debido a la inflexibilidad de los trámites burocráticos su hermano menor no consiguió meter sus papeles a tiempo a la UdeG, lo que le hizo perder un semestre para entrar a la licenciatura. ¿Podríamos aventurarnos a apoyar la hipótesis de que en Oaxaca el sistema educativo es más bien anacrónico?

Evidentemente en estos días hemos estado atentos a las opiniones de I sobre el conflicto… sobre todo porque nos preocupa su familia: “Todo está relativamente tranquilo en Matías Romero. Yo pienso que pronto se reanudarán clases (…) Mi papá intentó abrir la escuela desde hace un mes, pero nadie fue, ni maestros ni alumnos (…) Yo pienso que fue por temor, porque se escuchaba que en la capital a los que intentaban volver a las aulas los mataban los de la APPO (…) Y bueno, sí es cierto que la cosa está muy mal, Ulises salió peor que Murat, es todo un tirano; sí hay que hacer algo pero yo digo que se pasaron (…) Además la APPO también se mueve por otros intereses no por ayudar a la gente”.

Le pregunté que si su papá tenía una labor activa en la organización sindical magisterial. Me contó que en algún tiempo sí, hasta que ellos dos (I y su hermano) lo regañaron por andar de revoltoso perdiendo el tiempo y el dinero, que fueron muy enérgicos con él. “¿Y tu papá se dejó regañar por ustedes?” le pregunté. “Él es de carácter fuerte, pero entró en razón ¿qué andaba haciendo con esa gente?”.

El enfrentamiento frontal en Oaxaca se acerca cada vez más, afortunadamente las familias de nuestros amigos están muy lejos del terreno de acción…

Pues no, porque es la competencia

(Publicado en La Jornada Jalisco, 29 de octubre de 2006)

Justamente ese día había comido con un gran amigo y con alguien a quien tenía mucho tiempo queriendo conocer y que por diversas razones no habíamos podido concretar un encuentro. Es un periodista y me dio la impresión de que era de los buenos porque tiene dos importantísimas cualidades que esa profesión parece requerir: mirada serena, penetrante, y saber guardar silencio, el suficiente para hacer al interlocutor hablar. Ups, creo que fue por eso que tuve qué renunciar a mi sueño juvenil de dedicarme al periodismo, porque no tengo ni una ni otra. Ya me imagino a mi misma, hubiera sido capaz de colarme hasta el punto exacto de la noticia pero no me hubiera concentrado para obtener (¡o redactar!) una nota. En fin, ya me volví a dispersar, lo siento.

Decía que justo ese día, porque saliendo de ahí prendí la radio en el coche y estaban re-transmitiendo el discurso de Fox de la semana sobre la libertad de prensa, los medios de comunicación como factor de la democracia actual en México, bla, bla, bla. No estaba mal hecho el discurso (o sea, que a lo mejor sí tiene asesores, y a veces les hace caso), pero qué pena que sus palabras sólo sea una fachada, ¡una más! Automáticamente pensé en el juicio contra Proceso que la pareja presidencial ha ido ganando escalón por escalón en el sistema judicial mexicano. ¡Qué desfachatez! Recuerdo las palabras de los directivos de esa revista tan importante para el país: no se preocupen, indudablemente cada presidente ha tratado de callarnos…

Hace ya mucho tiempo, tal vez en el 2001, tuve la oportunidad de asistir a una mesa de discusión sobre los medios de comunicación en México, a la luz del nuevo escenario de la alternancia. Justamente un periodista de Proceso admitía que ellos tendrían el gran reto de redefinir su papel, porque si las condiciones de autoritarsimo y represión a la libertad de expresión desaparecían, entonces aquel papel combativo e incisivo que distinguía su línea editorial corría el peligro de convertirse en amarillismo… Ja-ja-já, (o más bien ¡¡¡SNIIFF!!!). ¡Cómo pudimos ser tan ilusos! ¿Cuál democracia? ¿Cuál extinción del autoritarismo? Ayer vi una manta en el centro (no el de Guadalajara, pero podría ser en cualquier plaza principal del país) decía: “Fox / nos fallaste / Taxistas unidos por la transparencia”.

Claro que no es sólo Fox, pero ahí seguía en la radio con su discurso de auto-aplauso. Peor aún, algunos empresarios de medios respondiéndole en la misma tónica, en un evento seguramente lujosísimo. ¿A qué medios de comunicación se refiere? ¿A los que recibieron las bondades de la legislación a favor? ¿A los que ahora tienen grandes consorcios y se hace mega-millonarios a costa de lucrar con las masas en bancos-azteca y elektras (bien dice el refrán, si quieres hacerte rico véndele a los pobres).

Definitivamente no podría escuchar los argumentos con los que se defenderían estos poderosos medios de comunicación porque yo no me muevo en ese ambiente multimillonario. Yo sólo conozco a otro tipo de periodistas, a unos a los que por cierto admiro muchísimo. Por ejemplo, a D quien era fotógrafo en un periódico acapulqueño (no el Sol de Acapulco, por supuesto, sino otro más modesto y más crítico), convencido por una amiga en común decidió averiguar si efectivamente su profesión podría ser un medio de sustento y excursionar en “la capital”. Efectivamente su talento lo llevó a trabajar un tiempo en la revista CuartOscuro y luego mágicamente consiguió la oportunidad que siempre soñó: ser fotógrafo de Proceso. Durante tres meses nos perdimos de su presencia “No, es que estoy a prueba, no puedo ir” era su excusa para no acompañarnos a ninguna actividad de ocio, se refería a que tenía un contrato temporal después del cual evaluarían si podría quedarse en la revista; “¿no ven que me pueden llamar en cualquier momento?”, decía cámara en mano.

Bueno, en realidad aunque conozco pocas, fue la sala de redacción de ese periódico de Acapulco del que D salió la que más me ha gustado. Yo iba de visita, a saludar a mi amiga, así que mientras ella trabajaba yo nadaba en la playa, luego caminaba en La Costera para secarme y con toalla enredada llegaba al periódico para que me prestaran una compu y poder checar mi mail. En la noche me iba con ellos a tomar unas chelas. Ahí es donde escuché un montón de historias, como la vez que el camión que debía distribuir el tiraje se descompuso y ese día nomás no salió la edición, o cuando los reporteros de nota roja llevaron una cabeza humana y asustaron a mi amiga.

Me cayeron de maravilla esos cuates y por eso me afligí mucho cuando mi amiga me contó, poco tiempo después de mis vacaciones, que al periódico le habían retirado la publicidad del gobierno y que estaba en una crisis muy severa. El director habló con los reporteros y les planteó como opciones, en un intento por no quebrar, que podían despedir a la mitad o no despedir a ninguno pero escalonar el trabajo, es decir, que cada uno trabajara un mes sí y otro no. Ellos optaron por esto último… ¡Híjole pero además lo que ganan es una baba!

Tal vez por eso mi amiga me dijo amargamente “pues no, porque es la competencia” cuando le pregunté si le daría gusto que fueran ciertos los rumores de la aparición de otro medio informativo también de línea critica. Seguramente su opinión tajante no era por estar en contra de un mayor abanico de la prensa, sino porque pensó en sus amigos, los que se quedaron allá.

Por el parto de la Caramelo

(Publicado en La Jornada Jalisco, 1o. de octubre de 2006)

L era nuestra maestra. De esas chidísimas que casi inmediatamente se convierten en una gran amistad. En esa época recién había conocido a quien con el tiempo se acabaría ganando el lugar de mi-mejor-amiga. Seguramente fue por L que conocimos a M, y entendimos que ellas dos también se habían dado ese título. Las cuatro hacíamos una escalerita: dos veinteañeras, L 10 años mayor que nosotras y M ya en los 40.

L peleaba a M porque no recordaba las películas a las que habían asistido juntas, Bueno también estaba cañón competir con L: comunicóloga y cinéfila, se sabe todos los detalles técnicos que supongo aparecen en la pantalla hasta el meritito final. Hay que reconocer que mi-mejor-amiga se le aproximaba mucho en esa cualidad, y tal vez fue en parte por eso que un día llegamos a la conclusión de que cuando fuéramos grandes nos pareceríamos a ellas. “Yo seré L y tú serás M porque nunca te acuerdas de nada” me sentenció mi-mejor-amiga y yo lo asumí imaginando aquella película donde Sandra Bullock y Nicole Kidman son hermanas y tienen unas tías a su imagen y semejanza (Hechizo de amor se llamó en español y por favor no me pregunten el título original, el director o el año).

En 10 años pueden pasar tantas cosas… L y M eran académicas de uno de los centros de investigación más prestigiados de la UdeG. Para contextualizar a los jóvenes o a los olvidadizos debo mencionar que en ese entonces la investigación en la máxima casa de estudios jalisciense se organizaba alrededor de liderazgos académicos, los doctores eran escasos, respetados, apoyados por la institución y venerados por los estudiantes y/o asistentes de investigación o becarios. Justamente ése fue mi primer trabajo: CONACYT le había dado a un famosos investigador un apoyo para auxiliares de investigación y sin necesidad de grandes trámites me llamó a trabajar y puso a otra auxiliar de mayor categoría (“asistente c”, ella sí tenía plaza) a que me enseñara a hacer fichas para luego mandarme al AGN (Archivo General de la Nación). En otras palabras, había todo un sistema de ascenso que estaba sincronizado también con el estudio del posgrado.

Hay mil cosas positivas de la reforma universitaria, sin embargo al centro de investigaciones al que pertenecían nuestras amigas-gurús no le sentó bien el nuevo esquema. En realidad, es la misma historia de otros centros que ahora son algo así como pueblos fantasmas: sectores de cubículos se apagan conforme cambian las jefaturas de los ahora departamentos de estudios. ¡Ups! volví a distraerme: estaba tan sólo contándoles una anécdota. A L siempre le quedó clarísimo que con la maestría bastaba (¿entonces más bien acabé pareciéndome a L?). M sí hizo el doctorado y no puedo dejar de contarles de aquella mega-marcha cuando salimos toda la comunidad universitaria para pedir presupuesto y mi-mejor-amiga y yo en vez de ir con nuestros colegas nos fuimos con los investigadores y después de soportar un sol infame atendimos a la convocatoria de irnos de ahí al Archivo (la cantina del centro, no el histórico). Ahí fue donde, después de haberse escondido exitosamente en el evento multitudinario, uno de los investigadores se encontró frente a frente con su director de tesis doctoral y tuvo qué poner cara de seriedad toda una cerveza y hacer caso omiso de nuestros burlas mal disimuladas.

La nueva lógica universitaria puso con los pelos de punta a L y M, poco a poco se fueron recluyendo en sus clases o en sus casas. En el camino M encontró a un canadiense jubilado y se enamoró (hasta hace poco yo creía que lo había conocido por Internet, pero acabo de enterarme que más bien lo conoció en una ida a la playa y luego las nuevas tecnologías los ayudaron a mantener sus links amorosos). El canadiense se vino a vivir al país y la convenció de comprar una casita para convertirla en un hostal, de esos que existen en Europa y otros países que son tan apreciados por el turismo de bajos recursos. Tal vez ustedes ya están pensándolo ¡en Guadalajara no hay ese tipo de turismo! y en efecto el negocio fracasó. A L no le parecía que una investigadora renombrada y próximamente doctora como M (al poco tiempo entró en el SNI) estuviera en esos bretes, porque lo que sí es cierto es que aunque marginada por el sistema L fue fiel a su religión (me refiero a la academia, no tanto en el sentido místico sino a que la mala paga y poca posibilidad de ascenso ya no permiten llamar a eso una relación laboral sino un acto de fe).

Para no hacer la historia larga, lo último que supe es que después de varias idas y venidas a Canadá M vendió todo cuanto pudo, regaló cosas a quien se dejó y el resto lo metió a su carro (que quedó “copeteado como un sombrero, al grado que no cabían ni sus medicinas para la menopausia”, a decir de L) para irse a vivir a Québec, para siempre. Hay que decir que ahora menos que nunca no le checa a L el hecho de que la doctora M abandone así su vida pretextando que ya es imposible vivir en México porque todo es una fregadera.

A duras penas el último día M pudo resolver todo el asunto de la mudanza no sin antes tener un incidente y estar a punto de ser degollada por un ventanal que se le vino encima. Evidentemente L los alojó la última noche anterior a la partida, se impresionó mucho de ver a su amiga exhausta, sucia y herida por el vidrio, de la parsimonia del canadiense buscando dónde fumarse su churrito, pero sobre todo de la pareja de perros que viajarían con ellos y a los que sacaron a pasear en un gesto obsesivo en plena madrugada. La hembra, llamada Caramelo, estaba a punto de parir y justamente ésa era la razón de apresurar el viaje porque si nacía la camada en México iba a ser todo un lío. “¿L, verdad que los perros casi hablan?” dijo M en medio del caos, L me confesó que la idea de que los canes articularan palabra alguna verdaderamente la horrorizó.

Gobernando con el enemigo

(Publicado en La Jornada Jalisco, 8 de octubre de 2006)

Durante el vuelo sólo pudo conciliar el sueño algunos minutos. Tenía qué reconocerlo: estaba cansado. “Uy, pero si esto todavía no ha comenzado” se reprochaba a sí mismo). Luego le vino una idea “estoy hasta el otro lado del mundo, no en la Patagonia, pero sí muy lejos de esos malditos revoltosos”, el sólo pensarlo lo llenó de una nueva ola de energía y sonrió levemente. “Que Chile sea de los primeros países que visites mandará una buena señal, de que no eres ultra-derecha, de que te importa América Latina… además Chile siempre es taquillero en la opinión pública” le habían dicho los asesores. Supo disimular la sorpresa, seguida del hartazgo, cuando llegó al evento y vio a dos individuos manifestándose en su contra ¡ahí en pleno Santiago! “Él es mexicano estudiante de posgrado y ella chilena. Pero no se preocupe señor, nada de importancia” le pasaron el reporte después (“y luego se andan quejando de que se ha reducido el presupuesto del CONACYT, ¿para eso quieren las becas? ¿y ella qué? seguramente su novia, una idealista trasnochada”, reflexionó. “Uy, pero si esto todavía no ha comenzado” ).

Mi amiga tenía un nick extraño en su messenger, decía “me corrieron de mi casa”. Sbiendo que ella alquila un hermoso departamento a sus papás y que son ellos una familia muy unida, no dudé en preguntarle qué pasaba. “Traté de ir a San Lázaro (recordé que me había dicho que iría a México en la semana por una cuestión laboral y que probablemente iría a saludar a un amigo que ahora ocupa un curul en el Congreso), llegué y me dijeron que no podía pasar porque comparecería el Secretario de Gobernación y que era la política de seguridad. Protesté y me informaron de que al menos que tuviera una cita con un legislador entrar sería imposible. Así que le hablé a la oficina de mi amigo y de ahí hablaron a la caseta para decir que sí tenía una cita. Pero aún así no me dejaron pasar… Estoy indignada, deberías haber visto aquello, todo lleno de vigilancia, ¡¿no se supone que el Congreso es la casa del pueblo?!”.

La glosa del informe federal tiene ahora en los medios un lugar según yo más destacado que otros años, o será porque estamos tan siscados que los desaires públicos entre gobernantes y opositores nos resultan más escandalosos. Pero lo que sí es cierto es que este clima de hostilidad e ilegitimidad será una joda para todos. Por nada del mundo me gustaría estar en los pies de los futuros gobernantes… bueno, en su cuenta bancaria sí, pero no en su psique porque imaginen qué contrariedad: por un lado el poder obnubila la razón haciendo perder piso pero por el otro el marcaje personal de todos los excluidos (y ahora dotados de herramientas poderosísimas como el Internet) será como un zumbido de mosca ¡pero atrapada en la trompa de Eustaquio, o sea, más allá del tímpano! Demasiada presión extra... acabarán equivocándose...

Es una pena que dudemos de que esta nueva élite gobernante haya leído a García Márquez porque la verdad está de realismo mágico: esto pinta para que no haya un solo acto público en el que alguien grite algo o saque alguna manta, por más seguridad y estado mayor. ¡Y para colmo con las cámaras siempre encima! Es más, un poco al estilo holliwoodense podemos imaginar a cocineras y asistentes escupiendo el alimento que glamurosamente les servirán después.

Tengo una imagen grabada. Hace un par de años me tocó asistir a un Foro al tanto sobre la famosa y controvertida presa de Arcediano. Yo iba como equipo de apoyo a los representantes de los investigadores. En cuanto llegué a las inmediaciones del lugar estaba un grupo de personas, de movimientos sociales anti-arcedianistas. Buscaban la manera de entrar, me preguntaron si tenía boletos extra, dado que yo iba a entrar en comitiva pues les regalé el mío. El brillo de sus ojos denotó que en ese momento el papelito era cotizadísimo puesto que ellos deseaban fervientemente introducirse al lugar para increpar a las autoridades en materia de agua.

A la salida del programa ellos seguían ahí. Al vernos nos manifestaron una gran simpatía (evidentemente porque estábamos del lado de su causa), pero al salir los funcionarios de la CEAS comenzaron a gritarles enfurecidos todo tipo de consignas. Me sorprendió bastante cómo los cercaron y literalmente le gritaron en la cara al director del organismo “¡¡¡Asesino!!!”. Se lo gritaron tantas veces como fue posible en el trayecto de la banqueta a su camioneta. Entonces realmente vi el rostro de ese señor, es decir su rostro humano y recordé el 22 de abril pero también que es alguien muy reconocido por su trayectoria como ingeniero… Honestamente no supe qué pensar y aún no lo sé.

Sunday, March 25, 2007

Hasta que la política nos separe

(Publicado en La Jornada Jalisco, 24 de septiembre de 2006)

Si las llamadas de ese sujeto me causaron una sensación exageradamente desagradable, el desplegado en donde inculpa a su esposa puso mi hastío al límite (me refiero a Kamel Nacif, parafraseando a mi sobrinito ¡bácala!). Bueno, pero hay que reconocer que el tipo tiene habilidad, miren que eso de tratar de cambiar la jugada diciendo que que era un asunto privado…

No quiero dedicar más segundos de mi atención a esa gentuza (doble ¡bácala!), sin embargo, el hecho suscitó en mí una nueva nostalgia respecto al viejo régimen… Ok, tengo qué aclararlo, nunca fui priísta, al contrario, en mi juventud hacía honor a aquella frase célebre sobre ser revolucionaria, es decir, lo que en entonces significa ser de la oposición. Y sí, fui a festejar aquella noche célebre del 2 de julio de 2000 a la Minerva, saludé y abracé a mis amigos, la emoción no me dejó dormir esa noche. Seis años después… Recuerdo a un conferencista que hace mucho decía “Todos hablan de la transición democrática, pero ¿quién nos dice que es hacia la democracia a donde estamos transitando? Además, ¿no les parece que para ser “transición” ya fue mucho tiempo?”. Amen.

En fin, volvamos al tema de los códigos políticos trasnochados. En aquellas épocas las esposas de los políticos se conformaban con dirigir el DIF, no hacían sus fundaciones propias y sus hijos no ocupaban los primeros lugares en los diarios por escándalos de corruptelas y cinismo. La esposa del político era un género especial. En mis años de estudiante, en mi campus (por ser el de ciencias sociales) pululaban una serie de jóvenes que estaban en la Facultad de Derecho, o si sus palancas no les alcanzaban para salir en listas, entonces se inscribían en Estudios Políticos y Gobierno. Algunos amigos y yo les llamábamos los “dino-niños”, ellos eran hijos de políticos o militaban en el Partido al abrigo de un padrino, habían participado en varios concursos de oratoria y pensaban llamar a sus hijos Emiliano o María Fernanda. No había qué decirlo, estos chicos tenían por novias oficiales a un perfil también predeterminado de chicas: hijas también de políticos, futuras madres de dino-babies, expertas en organizar cenas para la élite política, etc.

Este modelo tenía algunos lados oscuros. Mujeres como mis amigas o yo ni soñarlo, no cabíamos en el modelo, aunque varios de los dino-niños no dejaban de perseguir o pasársela bien con nosotras; conozco un caso de un cortejo de parte de él, que duró muchos años pero evidentemente no terminó en matrimonio, porque jamás las llevaban a las cenas o las presentaban a sus familias. Ya saben, el prototipo del macho: una mujer para casarse y otra para divertirse; en este caso, la diversión incluía un diálogo más intelectual (no podemos omitir toda la reflexión sobre el papel histórico de las “amantes de los políticos” que formaban parte de un círculo cultural y que incluso fueron verdaderas asesoras porque participan de la discusión de la toma de decisiones públicas).

“Entrar al mundo de las esposas de los políticos es entrar al mundo del alcoholismo” me contó muy triste una amiga que se quejaba de su experiencia marital. Él tenía al menos un par de reuniones a la semana en donde ella debía lucir guapísima y calladísima; en algún punto de la reunión era abandonada y no le quedaba de otra que juntarse con las otras esposas y disfrutar la reunión (menos bla-bla y más glu-glu, dijera Mauricio Garcés). Las conversaciones con esta mujer me inspiraron para crear un personaje de un de una novela que espero un día terminar, se llama Clara y su vida con López la llenó de tanta amargura que cuando a éste por alguna circunstancia le toca ser el chivo expiatorio de un conflicto, ella ni siquiera se baja de su cuarto para despedirse de él cuando llega la escolta que lo llevará a la cárcel.

No sólo las mujeres sufrían. Era parte de radio-pasillo la historia de un chico que prometía ser talentoso para la política pero que carecía de un buen apellido o la fortuna no le favorecía tanto, así que un día conoció a la que prometía ser la dino-esposa perfecta; ella era bonita, con lana, descendiente de altas personalidades públicas… ¡qué pena que ella lo tratara tan mal! Pero claro, el fin justifica los medios (otra frase de oro), él mantuvo la disciplina y ahora forman una bella familia que los domingos aun podemos encontrar de shopping en la Gran Plaza o en Galerías.

Independientemente de estos claroscuros, la ropa sucia siempre se lavaba en casa, los eventos sociales eran perfectos tal como se apreciaba en los álbumes de fotos de la clase política mexicana, en los festejos de la élite gobernante de septiembre o en las cenas post-informe-de-actividades del titular de cualquier dependencia… l’ancient règime, la belle époque: lo público y lo privado perfectamente distinguibles.

Hoy en día, leo las noticias y me pregunto si lo que hay detrás de un gran hombre público es un gran escándalo político o peor aun, un resbalón. El cambio de las reglas de juego de la democracia mexicana nos ha llevado al cambio de códigos de conducta política (y de ética). Caray, si tan sólo pudiéramos saber cuáles son ahora…

Aquí todo es transparente

(Publicado en La Jornada Jalisco, 17 de septiembre de 2006)

Fue a finales de julio del año pasado cuando la Universidad de Guadalajara recibió la invitación del apenas creado Instituto de Transparencia e Información Pública de Jalisco para hacer una estudio acerca de cómo andaban los ayuntamientos jaliscienses en materia de transparencia, es decir, evaluar si estarían en condiciones de cumplir con la nueva ley de transparencia que entraría en vigor en septiembre de 2005. Cuando supe esto me horroricé, no porque odie la ciencia social o porque me pareciera poco interesante, sino porque la investigación la debíamos realizar mi equipo y yo en un escasísimo tiempo (que incluía las dos semanas de vacaciones de agosto, bueno, más bien dicho, nos las estropeaba). En ese momento agradecí vivir en Jalisco y no en Oaxaca, porque entonces sólo tendríamos que examinar 124 ayuntamientos (en ese momento no se había resuelto la controversia de los otros dos).

La prisa es un buen aliciente para la creatividad, así que diseñamos varios instrumentos: una entrevista telefónica a todos los ayuntamientos, la revisión de las páginas web existentes y solicitudes de información a una muestra representativa. Bien dicen que la investigación es ciencia y arte: se usa el método científico pero éste parte siempre de la intuición, de imaginar supuestos. Así que nosotros decidimos dar por hecho que la diferencia enorme existente entre los gobiernos metropolitanos y “ricos” también influiría en la forma en que podían cumplir con la normatividad, pero no necesariamente significaba que los ayuntamientos del interior del estado fueran más opacos.

No voy a platicarles los resultados de estudios, pues eso pueden leerlo en el reporte oficial que está en el web de la UdeG y en el del ITEI. Más bien voy a compartirles algunas anécdotas y reflexiones. La verdad es que nos divertimos mucho, sobre todo en la entrevista, si pudiéramos definir en una sola palabra la reacción de la gran mayoría de los ayuntamientos fue “¡sorpresa!”, seguida de suspicacia, temor, agresión o improvisación. En el reporte final no pudimos resistirnos a incluir las respuestas más curiosas que recibimos y nuevamente no puedo resistirme a repetir aquí algunas.

En San Martín de Bolaños, al entregar el oficio de solicitud de información, nuestro usuario simulado (así llamamos a los chicos que pretendían ser “simples ciudadanos que solicitan información” tal como decía el instructivo que les dimos) pregunta en cuánto tiempo puede tener la información, la respuesta fue: “Pues mira, como estamos organizando las fiestas y ya es mañana, pasado y el lunes, entonces ya para el martes y miércoles te puedo tener la información”. En Tala, el funcionario no quería responder la entrevista y sugería mejor ir en persona, ante la pregunta “¿Cuando no pueda tener acceso a una información a qué instancia puedo acudir?” contestó “Por eso les decimos que vengan, porque la información es confusa y luego no sabemos qué hay que responderles”. En Juanacatlán ante la misma pregunta: “¡Aquí todo es transparente, aquí todo se entrega! Y si no, venga conmigo ¡Aquí mis chicharrones truenan!”.

Cuando hablamos de que la transparencia es un medio efectivo para una mejor rendición de cuentas, la idea no parece generar gran controversia… ah, pero el diablo siempre está en los detalles: ¿cómo? ¿qué es transparencia? ¿cuándo sí, cuándo no? El estudio que nosotros hicimos señaló que para los ayuntamientos (creo que puede generalizarse a todas las entidades públicas) con recursos económicos relativamente altos, su problema para cumplir con la ley será la complejidad de la organización; y cuando sean ayuntamientos de bajos recursos su problema será justamente que no tendrán los medios para poner a la disposición del público toda la información fundamental que la ley señala… Panorama no muy alentador ¿verdad? Pero la realidad es así, y ello supone un mayor reto al diseño institucional, es decir, a las normas que fijamos como sociedad para regular el tema. Por eso la discusión de la ley en Jalisco es un tema delicado, como les dijo antier el Presidente del IFAI al Congreso. Antes de reajustar las reglas del juego debe hacerse un estudio serio de los efectos que las normas actuales están causando y de los objetivos que se pretenden alcanzar.

¿Transparencia para qué? La hipótesis es que un gobernante que se sabe vigilado tendrá mayor cuidado en que sus acciones y decisiones vayan a favor del interés público y no del privado. La idea es un tener algo así como un gobierno big brother…

Sin embargo, sólo se trata de que se sienta vigilado, sino también debe creer que si lo sorprendemos cometiendo una falta existirá un castigo, y ahí es, como decía un amigo de la familia, donde en México porky torcis rabit. Esta semana nuevamente pudimos escuchar al finísimo empresario mexicano en sus conversaciones con importantes tomadores de decisiones públicas y ¿qué sucedió? nada, para variar… Ah y el “gober precioso” sigue en su puesto, e incluso se da el lujo de hacer fotomontajes para hacer creer a la opinión pública que lleva buena relación con la élite gobernante nacional.

El escenario es peor aún a nivel local. Ahora parece que fue producto de la chiripa el que el Congreso haya creado un instituto de transparencia que no fue diseñado para ejercer efectivamente la autoridad, porque en realidad no parece interesarle a nadie. El evento que organizó esta entidad hace casi un año para dar inicio a la entrada en vigor de la nueva ley se caracterizó por el desdén del gobernador, de los diputados, de los magistrados y de los otros personajes públicos más destacados. Es más: el discurso del representante del ejecutivo no mencionó ni por error su beneplácito por una nueva para la transparencia, sino que se centró en que la administración pública estaba lista para cuanta solicitud de información recibiera (traducción: dispárennos si quieren, no hay bronca). No hay que olvidar que en política la forma fondo.

Bueno, pero en realidad, no sé de qué me asombro, así está el país, lleno de términos del discurso acerca de una nueva democracia que definitivamente no combinan con todas las barbaridades que ocurren. Como diría mi colega Guillermo Zepeda, éste es el diseño institucional del cinismo…

El otro miedo

(Publicado en La Jornada Jalisco, 10 de septiembre de 2006)

Iba en el auto. Llevaba encima una mezcla de cansancio y tristeza, así que decidí sintonizar “radio-fabiola”, es decir, mi propia música pero en la función aleatoria, lo que me evita tomar la difícil decisión de qué escuchar. Les confieso que he tenido muchas sospechas acerca de que si realmente es aleatorio, porque a veces hace excelentes combinaciones y todas en el mismo sentido, supongo que es según el humor en el que ande el aparatito.

Vos que andás diciendo / que hay mejores y peores / Vos que andás diciendo / qué se debe hacer”. ¡La canción de Los Fabulosos Cadillacs! Ergo, mi teoría quedó confirmada, porque de las más de mil quinientas canciones que traigo ahí, la supuesta aleatoriedad eligió aquella que hablaba del origen de mi malestar: a uno de mis mejores amigos lo habían obligado a renunciar y ello había sido, a mi parecer, sumamente injusto, porque no se debía a su perfil profesional o a su desempeño, sino a que no pertenecía al mismo círculo social que sus jefes. Esto me parecía aún más grave si consideramos que se trata de una entidad pública y particularmente de una cuya vocación es proveer de mayor legitimidad y eficiencia al sector público jalisciense.

Que me hablás de privilegios / de una raza soberana / Superiores, Inferiores / Minga de Poder!” Reconozco que puede ser parte de un complejo mío. Estudiar un posgrado, en mi caso, representó un sacrificio económico, como se dice en el medio yo me sabía una “estudihambre”, una “precaria” (por decir becaria). A mitad del programa me asignaron a la SEMARNAP, a una oficina de asesores de la que era miembro mi directora de tesis. Mi primer impacto fue ver y escuchar hablar a asesoras y auxiliares: fresísimas, economistas o politólogas, egresadas del ITAM y por supuesto blancas y bonitas.

El segundo impacto fue la vez que las acompañé a comer y en un lugar de comida sana me dieron un sándwich con más pan que relleno y que pagué a precio de oro (no se hizo realidad el refrán de “mente sana en cuerpo sano” porque aunque tal vez mi organismo agradeció la frescura del alimento, mi mente no dejó de pensar en el desequilibrio financiero que me causaría ese vil sándwich). El tercero fue cuando el tema de la sobremesa se centró en otra de las auxiliares de la oficina, quien no estaba presente en ese momento: “¡Perenganita, es totalmente Suburbia!” comentó alguien y todas rieron, bueno yo no, porque casi me atraganto, ya no sé si por el centeno negro del pan o por pensar que en esos momentos de mi vida yo era-totalmente-Gigante-o-lo-que-se-pudiera…

El cuarto, más grande y mejor impacto fue que nunca me trataron mal y no parecieron mostrar sorpresa de que no las acompañara a comer porque debía ir al comedor universitario. De hecho, hicimos una muy buena relación de trabajo y una mejor amistad. En esa época me fui dando cuenta de que en ciertas áreas de la administración pública federal el perfil de estas chicas era cada vez más frecuente, pero también el mío. No se trataba de provenir de educación cara o barata, la constante era gente egresada de posgrados de calidad, tecnócratas en el buen sentido de la palabra. Me sentí orgullosa, de alguna forma, porque ese tipo de perfiles podíamos contribuir a innovar en las políticas públicas, a buscar mejores prácticas. Sin duda aquellos que venían de un mejor estrato social tenían ventajas comparativas (así son las sociedades, la desigualdad existe) pero si ese plus en su educación (idiomas, viajes) repercutía en que pudieran inyectar nuevas ideas al sector público, entonces estaba bien.

Cómo se te ocurre / que algunos son elegidos / y otros son para el descarte / Ambiciones de Poder”. No, el caso de mi amigo es muy diferente. Ciertamente la historia tiene un origen: el descrédito de las instituciones públicas. De repente se crean organismos públicos para asegurar que los gobernantes cumplan su deber, lo que resulta ilógico en un esquema clásico de democracia porque uno vota para contratar representantes que toman decisiones por nosotros y punto. Pero como no podemos confiar en ellos entonces buscamos otra representación ciudadana, pero ¿cómo elegir a esos otros? No podemos votar directamente por ellos, así que aparentemente resulta natural que los elija el Congreso, por ser un órgano colegiado, por ser los representantes del pueblo… ¡Qué ilusos somos! ¡El romanticismo en política tiene mucho que se acabó! El Congreso está formado por individuos de carne y hueso, con intereses particulares y sujetos a las reglas de los partidos políticos, así que cualquier decisión que tomen, a menos que esté suficientemente acotada, tendrá un criterio preponderante: el político.

Como dijo mi abuela: / Aquí el que no corre vuela" Así que, salvo que se especificaran mecanismo para que fuera determinante la profesionalización de los candidatos a los “organismos ciudadanos”, cada vez que el Congreso tome una decisión de quién ocupará un cargo, tendrá lugar el barajeo político, esto es, intercambiar posiciones o entrar al juego de vetos mutuos: “si tú me vetas a mi gallo, yo te veto al tuyo”. Por cierto, esto de tumbar a los candidatos que ocupaban el primer lugar en la lista conduce a que se elijan a los que tuvieron menos vetos, a los medianos, no a los que destacan.

Si a esto le aunamos que el nuevo grupo en el poder proviene de un alto estrato social (aceptémoslo, eso son las derechas), pues de repente tenemos a unos gobernantes que entienden superioridad en vez de jerarquía y el criterio de estar arriba no está relacionado con el mérito de tener conocimiento, técnica o habilidad para gobernar. No es tecnocracia, es plutocracia y ante eso ya no hay argumentos posibles. Jaque mate.

Los magistrados del tribunal electoral tal vez me descalificarían por estar sembrando una nueva campaña de miedo: el temor de que ésa sea la nueva tendencia de la administración pública y de que todo lo que invirtió este país en becas para formar profesionales en el quehacer del gobierno se desperdicie.

¡Mal bicho! / Todos te dicen que sos / Mal bicho / Así es como te ves / Mal Bicho

James Dean, mi papá el gober y otros alucines

(Publicado en La Jornada Jalisco, 3 de septiembre de 2006)

Los padres inventan muchas cosas para que los hijos tengan un buen comportamiento. El mío solía decirnos que debíamos ser impecables en la mesa para no quedar mal cuando fuéramos a Los Pinos. Y no es que quisiera infundirnos veneración por la figura presidencial, supongo que simplemente se le hacía gracioso.

Un día, no recuerdo bien la fecha (me apena confesar que tengo una memoria gruyere), nos dijeron que iríamos a la ciudad de México, creo que de vacaciones o por algún compromiso familiar. Durante el camino de ida, como todavía no existía la maxipista, teníamos muchas horas para dormir, leer, pelear y platicar. Planeando el itinerario, mi mamá sugería ir al centro y mi papá nos dijo que iríamos a ver al Presidente de la República. No se vayan con la finta con aquello del apellido, como siempre lo he dicho, aunque venga de Guerrero, mi familia nada tiene qué ver con los Figueroa Alcocer. Nada de eso, en realidad, mi padre estaba haciendo referencia al otro Presidente de la República, a un tipo que se instaló a vivir en el Zócalo, porque se había autonombrado jefe del ejecutivo federal y había constituido un gobierno alterno. Mi papá comentaba que bastaba con ir a solicitarle un puesto público y que al parecer hasta ese entonces Jalisco no tenía gobernador alterno, así que él podría pedírselo. Yo no recuerdo que realmente fuéramos, mi hermano dice que sí pero tampoco recuerda si efectivamente lo nombró gobernador.

No fue una anécdota significativa en nuestras vidas, pero aun con mi mala memoria no hubiera sido posible dejar de invocarla en estos momentos históricos del país. Contrariamente al ánimo de mis padres de ir en aquella época al zócalo, me produjo mucha angustia el que dos de mis alumnas de licenciatura sugirieran que les gustaría ir conmigo, después de comentarles yo en clase que sería interesante ir a la convención nacional democrática a la que está convocando AMLO como observadores… Pensar en llevar a esas dos chicas, aparentemente demasiado mimadas, a una multitud con un destino incierto sería muy irresponsable de mi parte. Entonces me agobió la gravedad del momento.

Ya en serio, un país no puede tener dos presidentes.

La teoría de juegos es una herramienta muy poderosa para analizar conflictos, pero tal como lo advierte cualquiera que comienza a adentrarse en su uso, la clave está en las motivaciones de los actores, es decir, al saber cómo piensa cada jugador podemos deducir cómo decidirán y entonces prever el o los posibles desenlaces. Existen algunos juegos pre-modelados, es decir, situaciones que se repiten de una u otra forma en la realidad, coinciden con el patrón y por lo tanto podemos saber en qué concluirá el asunto. Desde hace unas semanas he tenido la duda acerca de qué juego puede explicar la situación entre la resistencia civil y las instituciones del Estado mexicano. Hay dos juegos que podrían aplicarse, pero conducen a resultados muy diferentes.

El primero es el juego de la gallina. ¿Se acuerdan de James Dean y aquella competencia en la que dos carros corrían en el mismo carril para encontrarse de frente? El chiste era demostrar quién tenía más valor, el que se desviaba era la gallina. Evidentemente el instinto de conservación es poderoso, así que en los últimos momentos antes de un fatal choque de frente, alguno de los dos da el volantazo y se sale del camino aun cuando eso le costará su reputación. De eso se trata, de hacer creer al otro que por nada del mundo desistirá. La guerra fría, la carrera armamentista que tenían las dos potencias entonces, es un buen ejemplo de estas situaciones.

El segundo se llama en inglés deadlock y es el que se utiliza para describir el inicio de la primera guerra mundial. A diferencia del juego de la gallina, aquí los actores no tienen nada qué perder, es decir, ganan más entrando a un enfrentamiento directo que permitiendo que el otro les gane. Este juego sólo tiene un resultado: la confrontación, o sea que nadie cede.

Es complicado saber exactamente qué hay en la mente de los actores, una forma de intuirlo es preguntarse qué pueden perder, porque quien tiene mucho qué arriesgar suele ser más cauteloso. Ello explica la complicada posición del gobierno, cualquier error repercute en mayor descrédito ante la opinión pública y eso lo saben bien los perredistas. ¿Qué tiene qué perder la coalición por el bien de todos?

Si ustedes están pensando en que no tiene nada qué perder y que podríamos estar presenciando un deadlock, entonces tendríamos qué esperar un franco enfrentamiento. Sin embargo, no hay comparación entre los recursos y armas de un bando y otro, así que un desenlace así sería desastroso, sobre todo ahora que el ejército está perfilando su postura para defender el tradicional desfile patrio…

O tal vez me estoy equivocando. Total, por eso son juegos, ¿no?

Saturday, February 17, 2007

Pues que lloren

(Publicado en La Jornada Jalisco, 27 de agosto de 2006)

Hubiera llegado a la cita puntualmente, pero no podía dejar de pasar al 7eleven por mi café que, aunque muchos lo critican por estar tan delgado (no en vano se le llama “americano”), me causa una sensación agradable cuando comienza a enfriarse, que suele ser justo cuando se suelta un debate en clase; pero en este caso, bueno, no sé, me pareció buena idea llevarlo. A la hora de disculparme por el ligero retraso estaba a punto de echarle la culpa a las construcciones del “nudo” vial de Américas (la costumbre de tantos años de usar el mismo pretexto). Luego recordé que me habían referido que era un muy buen psicólogo y no quería que pensara que además de impuntual yo era mitómana.

Después del tradicional y en este caso irónico “¿cómo ha estado?”. Comencé a describirle mi enmarañado estado emocional:

- Estoy sintiendo cosas que anteriormente me parecían irrelevantes pero que ahora comienzan a alarmarme –cuando levantó la ceja en señal de extrañeza, decidí ser más explícita– sí, resulta que tengo la sensación de que el tiempo se ha inmovilizado –nuevo arqueo de ceja–, mire, tengo algunos amigos con quienes había acordado que haríamos unos proyectos, y es fecha que ni siquiera podemos hacer el anteproyecto, y es que son consejeros electorales, así que me vienen posponiendo la fecha por aquello de que la elección no acaba de resolverse –ahora el gesto fue de “¿eso es todo?”–. Pero no sólo en eso, así es con todo: el que me iba a surtir la cocina, un señor que me iba a comprar el auto, los tesistas que detuvieron sus investigaciones y hasta una tía que no quiere consumir coca-cola para no favorecer las clases ricas del país.

- Bueno, pero eso corresponde a una sensación colectiva, usted debe diferenciar, tratar de tomar sus precauciones y continuar su vida.

- Usted lo dice muy fácil, pero no lo es. ¡Anoche soñé con los náufragos! Y es que todo el mundo habla de eso… ¡a mi ni siquiera se me había ocurrido que hubieran estado fingiendo! Pero dígame, ¿es cierto que por no ingerir vitamina C les debió haber dado escorbuto y deberían tener los dientes destruidos? ¿Cree usted que tiene el perfil sicológico de quien recibió un trauma semejante?

- No he estudiado mucho el caso, es posible, pero de cualquier forma las noticias siempre están pobladas de información que no podemos verificar, es decir, por eso son medios de comunicación, mediadores. Pero lo que recibimos de ellos es una cuestión colateral que objetivamente no afecta su vida.

- Pero si hasta los cité en clase de metodología y comparé su estado de ánimo que debieron sentir los marineros de Colón, aferrados al paradigma de la tierra plana pero siguiendo la hipótesis que lo contrariaba… Y ahora me siento ridícula por haber utilizado ese ejemplo…

- Relájese, respire, concéntrese en su organismo, ciertamente su usted se dedica a estudiar la política, es normal que tenga muchas emociones, pero vea el lado positivo, tiene la oportunidad de vivir un momento histórico, de analizarlo en primera fila.

- Doctor, pero la cuestión es que ¡ya no creo en nada! Cuando era niña pasé mucho tiempo repitiendo la letanía “mercurio-venus-tierra-marte-jupiter-saturno-urano-neptuno-y-plutón”, ¡plutón! y resulta que nunca fue un planeta. Luego está la cuestión de los años diez: 1810 la independencia, 1910 la revolución ¿qué tal que nos adelantamos 4 años y después del informe y el fallo del Trife se arma una revolución? Yo no quiero vivir así… tantos amigos y colegas exiliados que he conocido y cómo los he compadecido: a un compañero salvadoreño le mataron a su papá cuando estaba en la prepa, el abuelo catalán de una ex maestra vivió muchos años en un sótano, un muy admirado geólogo argentino acaba de contarme cómo lo “echaron como a un perro” de su universidad y del país en los tiempos de Perón, otro más se dice exiliado económico de la última crisis argentina, en fin, conozco muchos casos... a mi me gusta mi país, por eso no me fui a estudiar al extranjero, ¿qué haría yo fuera?

- Vamos, respire. Ciertamente todo es posible, pero nadie conoce a ciencia cierta el futuro, usted debe tratar de reacción y afrontar los problemas conforme se vayan presentado.

– Doctor, pero si son problemas inmediatos: en cuanto la gente sabe mi profesión me acosan con preguntas, además tengo amigos perredistas a los que estimo mucho, y ¿qué debo hacer? ¿no defenderlos de las críticas? ¿negarlos? Yo misma, no estoy segura de qué ideología tengo: cuando estábamos chicos todos éramos rojos, perfectamente recuerdo que aun en la prepa 5 había un mural con un lema, un martillo y la hoz, cuando salí me operaron y mis hermanos al salir de la anestesia lo primero que me dijeron es que habían caído los regímenes del este, y cuando entré a la facultad todos fingían demencia (no más Martha Harnecker, me preguntaba qué les habían enseñado en la facultad de economía en esas épocas), con el tiempo dejaron de discutir a Fukuyama, el “neoliberalismo” a lo más se moderaba, las palabras “derecha” e “izquierda” se usaban más bien para los botones del mouse…

Después de varias invitaciones a que respirara, salí del consultorio con la instrucción de disminuir las horas de escuchar o leer noticias y tomar tés relajantes antes de dormir. No quedé muy conforme, busqué una segunda opinión con un familiar que es psiquiatra, pero no quise volverme a exhibir, así que fingí que era una entrevista:

- ¿Crees que efectivamente es una cuestión de no saber perder?
- Es parte de la frustración
- Ah, y ¿qué le recomiendas a los pacientes que te llegan con esos síntomas?
- Pues que lloren.

Mal-viaje

(Publicado en La Jornada Jalisco, 20 de agosto de 2006)

“Mire usted, señor presidente, yo quería comentarle una serie de cosas…”
“Primero, vámonos tuteando, puedes llamarme Vicente. Muchos me llaman presichente”.
“Ése es el primer tema que quería tratar con usted, la cuestión del protocolo. Verá usted, yo quería invitarlo a que usted tomara en cuenta que la presidencia de la república es un cargo de primerísimo nivel, porque representa toda la formalidad del Esta…”
“Sí, sí, eso ya me lo habían dicho varias veces, pero déjame explicarte que las cosas ya cambiaron, a la gente le gusta tener un presidente cercano, por eso yo soy su amigo y los amigos no necesitan de tanto adorno”.
“Me voy a permitir contrariarlo porque quisiera hacerle notar que lo que cambió fue el partido en el poder, pero que nuestro…”
“¡El cambio fue que introducimos la democracia en México!”.
“No, no, permítame acabar, lo que estoy diciendo es que nuestro sistema político no cambió, que seguimos teniendo un régimen presidencial y como usted sabe eso significa dos cosas: primero que en el equilibrio de poderes el que tiene el predominio es el ejecutivo…
“Pues te diré que ya no tanto, el presidente propone y parece ser que todos los demás disponen”.
“En seguida vamos a eso, por lo pronto estamos hablando del diseño del sistema. El presidencialismo también implica que la representación del Estado y la representación del gobierno se encarnan en una sola persona, y precisamente por eso es un sistema que se ha calificado de defectuoso e incluso peligroso porque un cambio de régimen de gobierno puede crear una discontinuidad en el Estado”.
“A ver, a ver, ya me estás revolviendo, ya les dije que no va a haber discontinuidad, el estado mexicano es y seguirá siendo democrático (aunque francamente yo creo que estos subversivos están dejando a México en un mal estado)”.
“No bromee con esto, es justamente al punto que quiero llegar, con todo respeto, señor presidente, nos deja la impresión de que no le queda claro que el Estado es una figura abstracta, es decir, más allá de las vicisitudes del gobierno, es el todo, la soberanía, la jerarquía, la coherencia interna, la nación, por eso se escribe con mayúscula, por eso existe el protocolo público…”
“Mira, eso que…”
“Permítame por favor concluir con la definición de Estado, por eso es el que posee el monopolio legítimo de la fuerza pública. Señor presidente, lo que quiero decir es que aunque usted haya sido candidato, un líder popular, y aunque ahora sea jefe de gobierno (por ello dirige el ejecutivo), por sobre todas las cosas usted es el jefe de Estado…”
“¡Pero si yo sí lo sé, el problema es que lo entendieran también los demás!”
“Discúlpeme, pero si le estoy comentando que el Estado es la figura suprema de autoridad en una nación, y en este sexenio usted ya lo representa, no es que alguien deba otorgárselo, usted debe asumirlo, sobre todo porque el país se encuentra en periodo muy crítico, donde las instituciones y reglas del juego parecen encontrarse en el límite de su capacidad probada debido a que estamos en situaciones inéditas. Mire, no es cuestión de grupos con intereses personales, se trata de que la gobernabilidad está riesgo puesto que uno de los pilares del sistema democrático es la realización de elecciones periódicas y creíbles; en este caso, se resuelva como se resuelva, la confianza, que es un activo intangible, ya se perdió”.
“Yo no debo intervenir en cuestiones electorales, ya me viera si lo hiciera todo lo que me dirían, ¡que si no lo sé!”
“No me refiero a intervenir en la decisión electoral, sino en que es la responsabilidad del Estado buscar una salida legítima y buscar mecanismos para reestablecer el orden y la actuación en el espacio de acción de las instituciones…”
“¿Qué me está insinuando, que use la fuerza pública, por aquello que menciona del monopolio legítimo que como hombre de estado tengo?”
“¡No, por supuesto que no! Lo que estoy diciendo es que el Estado mexicano tiene qué encontrar las vías para recuperar la confianza institucional, dando una solución digna y consensuada a cada uno de los actores, pero además reflexionar las causas de fondo de la escisión social: el modelo de Estado vigente es que el productor de esta configuración social polarizada”
“…mmm”
“¿Me estoy explicando?”
“Mmm, un poco, o sea que…”
- ¡Vidzente, Vidzente! ¡Dedpiedta, hoy tenemod muchad cosas qué hacer!

El lugar con el que siempre soñó

(Publicado en La Jornada Jalisco, 13 de agosto de 2006)

“¿Qué harás en la semana próxima?”, me preguntó mi amiga y colega de la universidad refiriéndose a que era nuestra última semana de vacaciones. “Me parece que iré al D.F. algunos días”. “¡Perfecto! Era justo lo que te iba a decir ¡vamos!”. Me sorprendió un poco su entusiasmo puesto que no es chilango-fanática, al menos no como yo en algún tiempo lo fui. “Es que sí está cañón, ¿no? Tenemos qué verlo”, entonces comprendí que se refería a los campamentos del zócalo y paseo de la reforma.

Le aclaré que mis intenciones de viaje no eran precisamente relacionadas con la vida pública nacional. Todo lo contrario, quise aprovechar para salir de la ciudad antes del inicio de clases, pasar un rato con mi mejor amiga y su nene de casi tres años, y también iba con la esperanza de que el tiempo me ajustara para saludar a otros cuates (uno de ellos al que sólo conocía por su nick en el messenger). Pero en realidad llevaba un propósito más importante: ir a casa de mi tío, pues su esposa prácticamente está agonizando, de cáncer.

No es que quiera hacerle al corresponsal (imaginen qué absurdo: La Jornada Jalisco mandándome a allá), pero quiero decirles que me tocaron días interesantes: mucha lluvia, evidentemente el re-conteo de votos, manifestaciones estudiantiles, ¡ah! y un temblor de 5.6 grados richter. Entre el cúmulo de recomendaciones que pese a mi treinta y tantos años me sigue dando mi madre, estaba por supuesto el mejor-no-vayas-a-las-manifestaciones-hija-por-favor-cuídate. Y es que ella, como muchos, había sido viruleada con aquello que propagan los medios sobre el “estrangulamiento” de la capital por un grupo de facciosos.

Sin embargo, como suele suceder, la noticia sólo es una imagen de fondo para la vida cotidiana: al pasar por ciudad universitaria vimos algunos granaderos; el temblor fue como un ligero mareo que apenas y percibí mientras el hijo de mi amiga jugaba con el hot-cake osito que pidió en un Sanborn’s de Insurgentes; y lo del derrumbe de una parte del domo de la alberca olímpica, pese a que mis tíos viven muy cerca, lo vi en flashazos de imágenes en los noticieros a los que poco hacía caso porque estaba muy consternada escuchando la rabia de mi tío que lo llevaba a concluir que Dios no existía porque no era justo que una mujer tan excepcionalmente llena de energía estuviera ahora en ese sillón esperando la muerte.

Y efectivamente ella es algo especial para nosotros. Cuando todas las familias comenzamos a migrar a Guadalajara, ese tío se negó a hacerlo, “¿Y qué haría allá? ¡Yo soy chilango y a toda honra! ¡Extrañaría el smog!”. Desde que yo recuerde él fue la preocupación de todos, por la vulnerabilidad de su situación económica y porque ésta nunca ha constituido su principal preocupación. Sin embargo, la tenía a ella, paciente y a la vez enérgica, que cumplía todos los cánones de la mujer mexicana tradicional (imposible olvidar su buen sazón) y que juntos tenían una familia feliz, que muchos de nosotros envidiaríamos.

En un ínter entre la somnolencia de los sedantes y el agobio de su dolor, conversamos sobre todo un poco y habiendo sido ella perredista apasionada desde hace ya varios años (su motivación era conseguir una casa propia, puesto que era sabido que muchos la habían conseguido), tocamos El tema. Los demás sí votaron, ella no pudo ir, aceptaban sin escandalizarse la idea de que había existido un fraude electoral, pero no creían que el movimiento andresmanuelista consiguiera nada. Respecto a los campamentos mi tío decía que la gente podría estarse ahí mucho tiempo porque bastaba formarse para obtener comida, o sea, muchísimo mejor que en casa, le decía a su esposa de broma: “Ya ves, deberíamos ir”, a lo que ella contestó “pues sí, por ahí todavía deben estar nuestras cachuchas y playeras para que no nos digan nada”.

Ninguno de los amigos se quejó por el caos vial. Mi ciber-cita me comentó que él jamás iba al sur que había ido a ese café de la Condesa sólo por conocerme, pero que hacía mucho que no pasaba por Reforma. Otro amigo estaba más consternado por la lluvia que por el plantón. Mi amiga estaba contenta porque el tráfico en la Roma había disminuido y porque el fin de semana pasado había llevado al zócalo al niño para que se distrajera en los juegos gratis que se habían instalado en los campamentos.

“Ve a Reforma, te queda más cerca, te va a gustar” me sugirió ella cuando le comenté que quería tomar unas fotos. Y pues así fue. Caminar con calma por donde generalmente sólo hay prisa y ruido, me provocó muchas sensaciones probablemente acentuadas por la tarde lluviosa y la desazón de los problemas de mis familiares y de mi amiga a quien ser madre soltera con un trabajo brillante pero con un salario que no lo es, vivir sin más amigos o familia y tan lejos de Tlaquepaque, le resulta bastante complicado.

¿Qué tal que el asunto fuera al revés? Es decir, que paseo de la Reforma y sus inmediaciones estaban secuestrados para la gran mayoría de los capitalinos que pocas veces disfrutan lo que siempre he considerado como la avenida más bonita del país. Mis primos, por ejemplo, tal vez tienen un buen número de años por allá, y por eso muchos chavitos como ellos están tan felices echándose una cascarita en la glorieta de la palma. Sin hablar de partidos políticos o elecciones, lo cierto es que la desigualdad, la pobreza y los bajos salarios de las clases media y baja son producto de un sistema.

“Disculpe las molestias, democracia en construcción” decían las mantas en los cruces de las avenidas principales. En un espectacular una cuadra hacia el norte estaba una foto de un sujeto un poco obeso que tiene más de un año de secuestrado y cuya madre pagó el anuncio para suplicar por ayuda. En la acera del lado sur, la construcción de un rascacielos destinado a apartamentos de lujo sigue su marcha, la propaganda gigantesca que lo anuncia como “el lugar con el que siempre soñó”

Estado en custodia

(Publicado en La Jornada Jalisco, 6 de agosto de 2006)

“Me tapo un ojo, me tapo el otro y ¡nada qué ver!”. El personaje de moda de la televisión mexicana durante el final del año pasado y el principio de éste, fue una niña fresa agregó al vocabulario cotidiano un catálogo de frases que por gracia, por imitación o por contaminación muchos adoptaron.

Barbie Bazterrica resultó ser hija de tres o cuatro familias multimillonarias, viajar en algo diferente a primera clase le resultaba más que ofensivo y como era un blanco probable de secuestros y todo tipo de atracos (“¡Obvio!” diría ella) pues requería de tener un guardaespaldas. Y claro, como todo clásico, no podía faltar el lugar común de que entre guaruras y potentados existía una irresistible atracción.

“Cómprate una vida y cárgala a mi cuenta”. Con un raiting contundente que indujo a los productores y guionistas a alargar ridículamente la trama para probar la resistencia de los televidentes, la telenovela se mantuvo en la opinión pública robando escena incluso a la igualmente cardiaca contienda electoral (que por cierto también se alargó ridículamente para probar la resistencia de los electores).

Un amigo me comentaba que le parecía excelente este culebrón porque reivindicaba a las niñas fresas y rescataba que también tenían buenos sentimientos; lamentablemente el hecho de que a él le gustara ese perfil de chicas y estuviera a favor de la anorexia femenina restaba legitimidad a su opinión.

Después de escuchar que el tema fuera tocado en conversaciones de diversos círculos, mi ocio me hizo pensar en las ausencias, en lo que nadie se estaba percatando: la telenovela era una apología a la desigualdad, a la exclusión social, a la corrupción y a la violencia (pública e intrafamiliar). Casi nada ¿eh? Un producto cultural (sin hablar de buena o mala calidad), a final de cuentas no puede eximirse de ser un espejo de contexto. Es decir, personajes y teleauditorio asumen con la mayor naturalidad que la ínfima minoría concentra la gran mayoría del ingreso en México, que es la pobreza la que genera delincuentes, que para tener una vida segura hay que contratar guaruras, que en esta vida todo se compra, un examen de ADN, un juez, un policía, que la calidad de vida es sólo para el que tenga lana de pagarla. Digámoslo con todas sus letras: que no hay estado de derecho.

Y en la telenovela de la realidad los teleciudadanos no ven con naturalidad el que una gran mayoría (basta contar para saber que no es un grupo marginal) quiera hacer válido un derecho político, pero sí es socialmente aceptada la actuación selectiva de las instituciones y que el muy probablemente futuro presidente de la República denote en su comportamiento que no conoce de tolerancias ni consensos, que no será un hombre de estado, y que el secuestro de éste por la élite económica le viene bien.

Recordé todo este asunto de la comedia (como le dicen en mi familia a este género televisivo) por una declaración de un líder empresarial en torno a los manifestantes andresmanuelistas en las instalaciones de la Bolsa. Se mofaba de lo inútil de su intento puesto que las transacciones se realizan por vía satelital, por lo que su presencia al pie del edificio en nada alteraba el funcionamiento. Esto le daba pie para concluir que “son unos nacos”.

¡¡¡“Son unos nacos”!!! ¡Ya salió el peine! De modo que ésa es la molestia, la “naquez” con toda la connotación social que implica…

Barbie llora amargamente porque ninguno de sus “hipermega-buenos” galanes la hace olvidar a su hipermega-sádico “amor de su vida”. Mientras tanto, muchos de nosotros lloramos por nuestro país y en lo que se está convirtiendo.

¡Váaamonos!

(Publicado en La Jornada Jalisco, 30 de juliode 2006)

Tiene poco más de dos años, según la madre es la edad más complicada, seguramente lo es también para los comerciantes porque le gustan cosas mucho más simples que no necesariamente requieren de publicidad y mercadotecnia. Un buen día finalmente me confiaron a la criatura para salir de paseo; me sorprendió el hecho puesto que las mamás primerizas suelen ser muy aprensivas (pienso que la derrotó el cansancio).

Junto con una maleta enorme (¿qué tanto puede necesitar un bebé en 3 horas?) y tras resistirme a llevar la carriola más compleja y pesada que había visto, me llenó de instrucciones puntuales: “ve a plaza galerías, te tomas un café en la flor de córdoba, le compras una gelatina de colorcitos, pagas por separado para que te den dos tickets y con eso se suben al tren dos veces, aquí te espero a las ocho en punto, porque debo bañarlo…”

Descubrí que mi afición por el ferrocarril seguramente es algo que maravillosamente conservé de la niñez, así que no dudé en fomentársela al crío en las salidas posteriores; cuyo permiso conseguí, por cierto, gracias a que a los dos años el lenguaje es incipiente y por ello no pudo contar a su madre que nos alejamos un poco de sus indicaciones: no bebí café, la gelatina fue de rompope (espero no haber fomentado más bien el vicio por el alcohol), nos pusimos a pedir tickets a la gente para subirnos cuantas veces nos permitió el tiempo y fui yo quien le enseñó por primera vez el famoso grito de “¡váaamonos!” cuando comienza a avanzar.

Fuimos subiendo de categoría. Semanas después fuimos al parque alcalde. Ahí no tuvimos qué mendigar tickets, se esmeraron en que el vehículo fuera una reproducción más aproximada a un tren, sale a cada media hora y el niño aprendió a decir “vías” (y a asociar su presencia con un “tren de verdad”), a aplaudir al salir del túnel, y también a chantajearme para no quererse bajar, lo que por poquito y provoca que mi licencia de sacarlo a pasear expirara.

Luego fuimos al zoológico, el animal más interesante para él fue el tren, aprendió a decir “estación”, y a hacerse más exigente, puesto que era el de mayor tamaño que hubiera visto. Intenté llevarlo a la vieja estación de Washington. No sabía que el paso estaba prohibido, sólo porque llevaba al niño dejaron que diéramos una vuelta, “sin detenerse o bajarse del auto”, al estacionamiento donde está la locomotora. Lamenté que no pudiéramos contar con un museo o sala de exhibición, después de todo es una parte importante de la historia ¿no?

Su mamá me invitó a acompañarlos en su primer recorrido en el tren ligero. El niño estaba pasmado. Él no sabía que ahí concluían sus descubrimientos: se había montado al más grande de la ciudad.

“¡Mira! ¡Vías!”, por tanto, un tren de a de veras, aunque en momentos de confusión y prisa algunos lo llamamos “metro”. Con este error de nombre, denotamos que lo último que tenemos en la cabeza es la idea romántica del tren y lo vemos sólo como un transporte público. Muy probablemente también nuestro inconciente se burla de la desemejanza entre el metro (el de la ciudad de México que es la referencia más cercana), que es toda una red, un sistema que efectivamente invita a no utilizar el automóvil, y nuestro tren, que aunque bonito, es a todas luces insuficiente. Ya lo dijo el pasajero número 700 millones del tren ligero esta semana (habría qué aclarar el sistema de elección de este señor, ¿cómo sabían que justamente en la estación Juárez llegaría?) y lo decimos todos: la ampliación debería ocupar un lugar prioritario para Guadalajara… pero no lo es.

A propósito de la construcción de la línea 1, una vez un arquitecto me comentó que había sido un gran error que el tren ligero no atravesara el periférico, puesto que se había iniciado la obra, unos cuantos metros hubieran representado una inversión mínima en comparación con el beneficio de prever futuras líneas. “En México nunca hay tiempo de hacer bien las cosas, pero siempre hay tiempo de hacerlas dos veces”, concluyó y me dejó la frase como un refrán aplicable a las políticas públicas en general.

En fin, mientras se resuelve este problema público, yo recibí una encomienda de la mamá de mi amiguito (de quien o ya me gané su confianza definitiva o el cansancio la derrota más seguido): “Olvídate de parques, ahora te subes en Juárez y vas y vienes hasta que el niño se canse”.

Tuesday, February 13, 2007

Yo soy un hombre de lucha

(Publicado en La Jornada Jalisco, 23 de julio de 2006)

Es una cuestión muy personal. Me refiero a la admiración por Fernando del Paso. De alguna manera su obra fue un ícono en un periodo muy querido de mi vida, y la pobló con muchas coincidencias, sobre todo Palinuro de México. Por cierto, me pregunto por qué todos lo ubican sólo por Noticias del Imperio; también está la poesía, su obra gráfica, su humorismo, su trabajo periodístico… el señor es todo arte.

Personajes, canciones, argumentos, sensaciones, etc. Pasiones. Cuando era pequeña mi papá me decía “lee mucho, hija, porque cuando seas grande ya no tendrás tiempo” y tristemente los libros que ahora compro en diciembre apenas alcanzo a hojearlos a lo largo del año. Mi propósito de cada FIL es comprar menos libros ¡qué vergüenza! En algún tiempo no sólo iba a las lecturas o conferencias sino que trataba de hacerle al paparazzi de mis autores favoritos.

En este mundo de controversias ¿por qué no el arte y la ciencia pueden ser algo más o menos sagrado?

“¡Pero si vos vivís en una dictadura!” le dijo a uno de mis “hijos” un uruguayo que por alguna razón terminó sentándose a desayunar con nosotros e irremediablemente metió a la política en la mesa. “¿Crees que sea cierto eso que dijo?” me preguntó el chico cuando veníamos de regreso.

No sé exactamente qué edad tenía cuando mi hermana comenzó a contarme sobre la matanza de Tlatelolco (supongo que estaba en la secundaria). Yo no podía creerlo, “eso no viene en los libros de historia oficiales” me dijo y me dio a leer el libro de Poniatowska. Seguí por mi cuenta ahondando en el tema. Un motivo más para amar a Palinuro fue el capítulo de la escalera, que trata de eso.

La indignación no se me quitará nunca. Con todo y su tibieza celebré la orden de arresto de Luis Echeverría (me sorprendieron algunos comentarios de quienes yo consideraba más bien reaccionarios en torno a la injusticia de inflingirle un castigo tan bajo).

Eso entonces, los sesenta y los setenta. Más de un cuarto de siglo, después líderes políticos y de opinión no escatiman comentarios bárbaros sobre nuestra Elena Poniatowska, don Fernando, Monsiváis y otros grandes intelectuales mexicanos. Es una inverosímil intolerancia de su compromiso con una lucha social. Lo subrayo: una lucha social, porque no se trata de la afinidad con un personaje público, es algo más (por favor hagamos un esfuerzo por escuchar).

Se había programado que fuera en el Auditorio Silvano Barba del CUCSH la “mesa informativa y de reflexión” donde Fernando del Paso y Julio Hernández López hablaron sobre el “voto por voto”. Sin embargo, la asistencia fue tal que tuvo qué cambiarse al Salvador Allende, lo que significa que estábamos ahí más de 600 personas y en lo absoluto podría atribuirse a una buena difusión del evento este fenómeno. Uno de los organizadores me confesó que ellos también estaban sorprendidos de la enorme participación de la gente, no sólo en ese foro, sino a nivel nacional. Pregunté: “¿y qué va a pasar? ¿qué se va a hacer?” su respuesta fue un no sé.

Minutos antes un chico del público había hecho uso de la voz para exhortar a toda esa audiencia a que si en verdad querían ayudar asistieran a las manifestaciones en la ciudad de México. Don Fernando le respondió que pocos poseían su juventud para poder afrontar las vicisitudes del viaje, que entendiera al resto (mencionó la tercera edad a la que el escritor considera haber entrado desde hace mucho tiempo), que mejor proponía buscar la manera de mantener la participación en manifestaciones en la ciudad.

Hay una cuestión de fondo muy seria. Por un lado, un manejo de la opinión pública para satanizar a todo aquel que procure o simpatice con la idea de revisar las presuntas irregularidades de la elección presidencial. Por el otro, un amplio sector de la población, tan amplio que resultaría imposible que todos estuvieran infectados con la demente intención de levantarse en armas; lo que Fernando del Paso advirtió en su respuesta fue que se trata de gente ordinaria.

Si es verdad que este ánimo público de condenar el uso de los recursos de revisión que la propia ley señala para dar certeza a nuestras elecciones es producto de una decisión del Estado, entonces es también es cierto lo que el uruguayo afirmaba y entonces lo nuestro no es una democracia. Haciendo un esfuerzo por no creerle a este amigo (podríamos incluso aplicarle el 33 constitucional) aún así queda la pregunta: ¿entonces por qué el Estado permite esta descalificación al disenso?

“Yo soy un hombre de letras” fue el discurso de Fernando del Paso cuando fue recibido como miembro de El Colegio Nacional. Ahora lo escucho con esa voz contundente que tanto he admirado y entonces entiendo lo difícil que para México es este momento. La mitología dice que Pandora alcanzó a cerrar la caja justo antes de que se escapara la esperanza…

Te vas Alfonsina...

(Publicado en La Jornada Jalisco, 16 de julio de 2006)

“¡Por favor, qué cosas dices! Ni que vinieras del Amazonas” me dijeron aquella vez que me burlé de su preocupación por la probable lluvia de la tarde. Estábamos en la ciudad de México y yo les comentaba algo así como “¡Lluvias, las de mi tierra! En Guadalajara llueve torrencialmente y en menos de 20 minutos las sirenas suenan, los árboles se caen y todo se inunda”.

Era gracioso cuando uno de los amigos solemnemente hacía sus predicciones el 31 de diciembre: “Pronostico que este año será el más caluroso en mucho tiempo, que los maestros solicitarán un aumento salarial y que caerán lluvias torrenciales que afectarán a las zonas más pobres de la ciudad”.

Ciertamente la temporada tiene su belleza y aquello del olor a tierra mojada es sinónimo de que concluyen los calores agobiantes, las tardes refrescarán y tendremos un vientecito fresco inigualable. Sin embargo (ya salió el “pero”) no todo es tan gracioso o bello. Ella platicaba que había sido uno de los peores días de su vida. Tenía 3 o 4 meses de embarazo. Se había comprado su seminuevo con mucho esfuerzo, entonces era aún estudiante, y de hecho iba saliendo del campus cuando se le ocurrió atravesar la ciudad, ganarle a los nubarrones.

Hasta ese momento entendió si las calles subían o bajaban, es decir, más que norte o sur en Guadalajara sabemos que La Calzada es “abajo”. ¡El agua también lo sabe! Cerca del cruce con Maestros, en plena glorieta su auto simplemente se apagó, presionada por el tráfico detenido, después de unos momentos interminables y algo de claustrofobia se bajó de él. El agua le llegaba casi a las rodillas y un taxista desesperado también descendió de su vehículo para ayudar: “¡Empújele!”, se puso convenientemente detrás de ella para subir el auto a una cochera. Supongo, que luego no tuvo más opción que aguantarse la sensación de ultraje y contratar ese mismo taxi para salir del atolladero a buscar ayuda.

Sé que no hay comparación, por supuesto, entre esta historia y la reportada en los medios esta semana sobre el hombre que se llevó la lluvia…

Agua-dalajara. ¡Y pensar que todo ese caudal se va al caño! Mezclado con las aguas negras, lo podemos ver en los geiseres que emergen cuando una tapa de concreto es botada por la presión de la corriente.

La mayor proporción del agua dulce en el mundo se encuentra en las capas subterráneas y las nuestras cada vez están peor debido a que nos la hemos ingeniado para no restituir el agua de la lluvia al subsuelo. Por eso tenemos problemas tan graves como los hundimientos de Nextipac y muchos otros.

Lo más triste del caso es que la situación no cambiará. El agua y en general el medio ambiente no son prioridad para nuestros gobiernos. Así que olvídenlo: la ciudad seguirá creciendo desordenadamente, a los nuevos fraccionamientos no se les exigirá que hagan pozos de reabsorción o separen los drenajes de aguas sucias, no habrá nuevas líneas de tren ligero, nadie cuidará a La Primavera, etc. (¡caramba! parezco más apocalíptica que las predicciones anuales de mi amigo).

Las autoridades en materia de agua dicen que no hay de otra, que no tiene sentido que nos expliquen porque definitivamente no tendríamos el nivel técnico para entenderlos, pero que debemos creerles cuando afirma que no hay de otra, que no es factible aprovechar el agua de la lluvia, así que lo mejor es entubarla junto con la negra y descargarla aguas abajo de la futura presa. Debemos estar tranquilos, dicen ellos, porque a Arcediano no llegará esa agua “cochina” (o sea, no tendrá caca, aunque según investigadores universitarios sí tendrá metales pesados, contaminantes peligrosos, desechos industriales y mucho más). ¿Y si la lluvia desborda el colector, que correría en paralelo al río, el agua sucia contaminaría a la supuestamente potable? ¡Hombre, ¿qué tanto es tantito? Ni que lloviera tanto!

En fin, debo terminar este artículo antes de que la inminente tormenta haga que se vaya la luz. Mejor aprovecharé que estoy en casa para disfrutar la lluvia y trataré de preocuparme menos, después de todo no hay nada que yo pueda hacer para cambiar el rumbo de una tragedia ambiental. Ya veremos después y entonces sí ¡sepa dios qué angustia nos acompañará!

De partidos y finales

(Publicado en La Jornada Jalisco, 9 de julio de 2006)

Cuando la invitábamos a ver los partidos solía interrumpirnos en los mejores momentos, o en el medio tiempo quería que mejor hiciéramos otra cosa. Al principio tratamos de hacernos los disimulados y mantener la concentración en el juego, ya con el tiempo comenzamos a reprocharle su desdén por el futbol, entonces nos contó que ella en un tiempo de su vida era fanática, era 100% chiva y en una final que su equipo perdió ella sufrió tanto que determinó que debería eliminar la afición a ese deporte de por vida…

Me acuerdo de ella sobre todo cuando algunas televisoras abusan de las escenas de sufrimiento del público al finalizar un partido (¿vieron los dramáticos últimos minutos del Chivas-Pachuca en mayo?). Bueno, ¡y cómo no entenderlo! Después de un desafortunado 0 a 0 de México con Angola, la decepcionante derrota con Portugal, la esperanza, como siempre se dice, muere al último. Tras ver al tricolor dar pelea por más de noventa minutos, el 2º. gol de Argentina en tiempos extra fue… vamos, para qué recordar ese amargo sentimiento que compartimos todos.

“Así es el fútbol: a veces se pierde, a veces se gana”, frase sabia que después de haberla escuchado le he encontrado mucha utilidad ¡y sobre todo en estos días! Para todos aquellos que le iban a Brasil (ya saben, en cuanto pierde nuestra selección, solemos trasladar nuestra fe al país carioca), a Argentina, a Alemania, o a cualquier otro que ya quedó eliminado, la adrenalina del 2, 3, 4, pero sobre todo la noche del 5 de julio llegó probablemente a niveles peligrosos.

“¿Durmieron?” fue mi frase inicial de la exposición en la mañana del jueves 6. Era un curso de capacitación para el gobierno del estado, me habían invitado a hablar sobre transparencia y rendición de cuentas, pero no resistí la tentación de hablar sobre el momento histórico de las elecciones presidenciales y los resultados del conteo distrital. De tantos fenómenos de los que podíamos discurrir (como la segunda vuelta, la duración y costos de campañas, las precampañas, etc.) y evitando crear controversias, nos centramos en la dualidad: norte-sur, ricos-pobres, izquierda-derecha, la triste reafirmación de la vieja idea de que hay dos Méxicos.

Traté de destacar que al margen de cualquier preferencia, la desigualdad social, la pobreza y la divergencia de qué rumbo tomar eran los hechos de fondo que el resultado electoral destacaba. También quería llevarlos a advertir que las polarizaciones eran peligrosas, porque cada postura tiene su lógica y razones… “Eso de la pobreza es un mito, la verdad es que la gente es pobre porque es floja, porque cuando alguien quiere trabajar, caray hasta con una cubetita podría lavar un carro…” me interrumpió uno de los asistentes, un chico realmente joven (¿ya les había mencionado que eran funcionarios, mandos medios?).

Me hizo recordar a unas alumnas de Relaciones Internacionales que tuve hace ya varios años en una universidad privada. El tema era migración; a ellas se les ocurrió comentar que los mexicanos se iban al país vecino por curiosidad, por buscar el camino fácil, puesto que oportunidades de trabajo aquí hay muchas. Las dejé opinar y en seguida proyecté un video, Los que se van, un reportaje del Colegio de la Frontera Norte con escenas y entrevistas en Tijuana, en el muro; debo decir que se trataba de un documental en todo el sentido de la palabra, es decir, dejaba que la realidad hablara con toda su crudeza. Cuando concluyó, esas chicas estaban llorando. “Alguien que está dispuesto a vivir eso es porque las expectativas de vida en casa son mucho peores”, les dije, no para torturarlas sino para invitarlas a que, si en su carrera profesional llegaban a tomar decisiones que afectaran a la colectividad, no olvidaran que si bien desde nuestra realidad no alcanzamos a ver la de los otros, aun sigue siendo realidad y es la que vive una gran parte (si no es que la mayoría) de los mexicanos.

Así es la democracia: a veces se pierde, a veces se gana ¡hasta con un voto! “Pitágoras era matemático, no político” recibí un mensaje de celular en la madrugada del jueves, su remitente me hacía alusión al conteo de votos, festejando que la tendencia resultaba ya innegable a favor de su candidato. Me parece que la gran participación el domingo pasado sí denota ese respeto por la regla democrática; ciertamente ya suena lógico que el sistema electoral necesita algunos ajustes, pero también debemos entender que la democracia tiene una connotación más profunda: implica apropiarse de valores como la tolerancia, el disenso, el consenso, la pluralidad, el libre debate de ideas.

Tal vez sea la falta de costumbre. Me explico: en una final todos sabemos que en caso de empate siguen los tiempos extra y si no se resuelve, están los penales. El argumento de que debe respetarse la voluntad de 15 millones de mexicanos, esgrimido para demeritar que la voluntad de los 14.8 millones pida un recurso de revisión, me parece poco democrático porque las reglas del juego establecen esa posibilidad: es un derecho, que no deberíamos temer a utilizar porque es un cause absolutamente institucional.

No hay que preocuparnos, antes de 2 meses tendremos un presidente oficialmente electo. Lo que deberíamos quitarnos el sueño es encontrar en nosotros mismos esos valores antidemocráticos que nos hagan ver sólo a los 14.8 o 15 millones y nos impida mirar al país como un todo.

¿Por qué sí?

(Publicado en La Jornada Jalisco, 2 de julio de 2006)

Tener eventos académicos/culturales internacionales en la ciudad es verdaderamente un acierto. Una de las muchas cosas que le agradezco a la universidad pública es el haber podido participar en muchos de ellos y de muchas formas. Hace dos FIL, en cuanto me comunicaron que sería su anfitriona bajé su currículum de Internet para saber un poco más de él: Nelson Caucoto, abogado chileno, defensor de derechos humanos, el principal querellante en cuanto a casos en contra de Pinochet, mismos que se presentaron ante el juez Castresana.

Siendo tan distinguido personaje estaba algo nerviosa por conocerlo, pero sobre todo preguntándome si habría la empatía suficiente para cumplir la misión de causar en él una buena impresión en nombre la institución y de los tapatíos en general. Llegaron él y su esposa, en poco tiempo mis temores se esfumaron y establecimos con ellos una magnífica amistad mi equipo y yo.

Un hombre de quien hay mucho qué aprender, no me refiero sólo a su sapiencia (¡qué vergüenza nos dio que tuviera tanto conocimiento de nuestro país y nosotros tan poco del suyo!). Nos impresionó de él esa gran convicción por el humanismo, la democracia, el compromiso social.

En una plática más casual me comentaron los Caucoto: “¿Sabes qué nos sorprende de México? Que los chilenos y los mexicanos somos iguales, en rasgos físicos, si yo camino acá parezco un mexicano más y si tú fueras a Santiago serías como cualquier chilena ¿ya?”. Algunos meses más tarde pude darles la razón cuando tuve la fortuna de asistir a un congreso (otro aplauso a los eventos académicos internacionales) justo en la capital chilena. Será que yo no he viajado mucho, pero la primera impresión de andar por allá es que se siente uno en casa, por los rasgos de la gente, por el español, por las semejanzas históricas que no dejan de plasmarse en la arquitectura, pero también por el carácter cálido y amigable de los chilenos.

Los Caucoto no perdieron momento para invitarme a mi y otro par de colegas tapatíos que también iban al congreso. Nelson nos dio un tour por el centro que de ninguna otra manera hubiéramos tenido, pues él lo impregnó de todo el recuerdo y trascendencia de los acontecimientos históricos del golpe de estado y la dictadura; también nos invitó a su programa en una estación de radio alternativa.

En una de las cenas se suscitó un debate interesante. Él nos preguntaba sobre el gobierno de Fox con algo de simpatía por nuestro primer mandatario, el amigo que me acompañaba reaccionó de inmediato causando una gran controversia (debo decir que mi colega es un apasionado anti-foxista, creo que fue de los primeros en comprar el libro del güirigüri que salió hace un par de años). Tal vez fue mi error por decir que, si el tiempo volviera al año 2000 y pudiera yo saber que la de Fox sería una pésima gestión gubernamental (lamento decirlo así, pero dudo que alguien pueda fundamentar sólidamente una postura contraria), pese a todo, yo sí volvería a votar por él porque era la forma de terminar con un régimen anti-democrático.

La discusión subió de tono y lo paradójico fue que Nelson, hombre de izquierda, defendiera la decisión de los mexicanos de subir al poder a la derecha: “Nosotros desde acá no tenemos información profunda de lo que sucede actualmente en México, pero no hay duda de que fue el inicio de la democracia, gracias a eso ahora es posible que en las próximas elecciones llegue López Obrador u otro”. Su argumento me pareció contundente, sobre todo viniendo de alguien que no sólo vivió y padeció la dictadura, sino que ahora continúa luchando por que se haga justicia de los horrores que ese régimen causó.

Traigo a colación toda esta historia porque normalmente creemos que sólo en los países desarrollados los ciudadanos encuentran un beneficio real en la democracia, que ellos realmente sí eligen a sus gobernantes y que pueden castigarlos a través del voto. Muchos mexicanos pueden estar pensando “¿para qué votar si… (y hacemos un recuento de los vicios políticos y de gestión gubernamental que padecemos)?”. Los teóricos llaman a este fenómeno “desilusión de la democracia”.

Pero Chile es un país hermano, incluso es más pobre que el nuestro, no hablo de la macroeconomía, sino de la vida cotidiana, ellos tienen menos “plata” y la ciudad está mucho más limpia, hay menos desigualdad, las campañas presidenciales (me tocó esa temporada) son mucho más mesuradas y una mejor cultura política en general se percibe en todos.

Pensar que los latinos sí podemos tener una sociedad así o mejor y que eso se logra a través del compromiso de todos es un por qué sí votar hoy. Así que si usted todavía está a tiempo y no lo ha hecho, por favor, vaya a las urnas.

Comparto la desazón de algunos sucesos de esta elección que definitivamente no son democráticos: confieso que me pasé toda la semana tratando de pensar en cómo argumentar a ustedes el por qué sí votar también en la elección local; después de superar la jaqueca de la guerra del lodo y la debilidad de nuestras instituciones electorales locales, llegué a la conclusión de que debemos votar justamente para eso, para manifestar desacuerdos, para hacernos presentes como electores (elegidores) inteligentes, para que sepan que estamos ahí.